A Katia

15.07.2017 10:46
Era una tórrida tarde de mayo del año 2009, hacía un calor asfixiante en Colmenar Viejo, debíamos estar en plena ola de calor, esas olas de calor que invaden los informativos. - ‘¿Tienes alguno bonachón, tranquilo, pacífico?’ Después de un instante pensativo, Luis nos dijo: ‘venid por aquí, creo...

MIS RELATOS FAVORITOS

12.07.2016 20:04
Hoy me he enterado de que ya no estás entre nosotros, mi querido amigo. Como siempre pasa cuando te dan estas noticias, todos los recuerdos se te vienen de golpe a la cabeza. Recuerdo que tú fuiste una de las primeras caras que conocí en Bell-Lloc. Al poco de llegar al pueblo, un buen día viniste...

Mis relatos favoritos

HISTORIA DE UNA INSÓLITA PERSECUCIÓN
 

“¿Usted iría a un concesionario para comprarse un coche sin garantía? Entonces, ¿por qué vota a un partido sin exigirle el libro de mantenimiento?”

Debo decir que me llamó la atención este cartel publicitario que casualmente vi pegado en el muro de un solar mientras de buena mañana paseaba por las callejuelas de mi barrio.

Pensé un rato sobre aquello y concluí que era una advertencia sensata. Contemplé al cartel con más detenimiento para ver quién era su progenitor, quién lo había emitido, pero no decía nada más que lo ya referido.

¡Qué raro! - me dije - un anónimo que nos llama a la cautela sin contrapartida, sin decirnos qué propone, cuál es su alternativa, quién es.  Es como un gran hermano en versión de afiche electoral.

Me giré con el propósito de emprender el camino de vuelta para casa y advertí que había un par de personas más contemplando aquel misterioso cartel publicitario.

¿Publicitario?, no exactamente. Ahí no había más publicidad que una advertencia, una reflexión. Nada parecido a una oferta.

De retorno a casa, fui dándole vueltas a este asunto y llegué a la conclusión de que podría tratarse de uno de esos anuncios que empiezan lanzando mensajes subliminales para atraer la curiosidad de la gente hasta que pasado un tiempo una multinacional nos invita sin más retórica a comprar un nuevo detergente o el último grito en cuchillas de afeitar.

Cuando estaba a punto de entrar en el portal de casa, vi caer un puñado de octavillas, como si se tratara de una súbita lluvia de finas hojas de papel. Caían zigzagueando lentamente antes de reposar en el suelo. Por un momento creí que una fuerza oculta me había retrotransportado a la campaña electoral de 1982 cuando, desde un coche, entusiasmados y barbudos militantes arrojaban panfletillos propagandísticos animando a votar a tal o a cual partido.    

Adivinen que había escrito en aquellas octavillas: “¿Usted iría a un concesionario para comprarse un coche sin garantía? Entonces, ¿por qué vota a un partido sin exigirle el libro de mantenimiento?”

Debo reconocer sin paliativos que este asunto, además de sorprenderme, comenzó a inquietarme.

¡Cualquiera diría que esa invitación a la cautela electoral iba destinada solo a mi persona! ¡Me perseguía como voz itinerante de una anónima conciencia!

Me preguntaba quién estaba detrás de aquella oculta cruzada en defensa de mi voto responsable.

Sin duda se trataba  de alguien que quería enderezar la errónea elección de mi sufragio. Al pensar esto, hice una mueca de evidente desagrado. La alusión a mi equivocada elección me parecía impertinente y ofensiva.

Pero aún había más.

Sentí que el asunto se me escapa por completo de las manos cuando al entrar en casa vi en el suelo un sobre cerrado que, sin duda, alguien había introducido desde el exterior por debajo de la puerta.

Noté que se me aceleraba el corazón mientras trémulo trataba de abrir el sobre a la vez que miraba a todas partes en mi rededor. Dentro del sobre había un papel escrito. No hace falta desvelar lo que decía.

Ya no había ninguna duda de que yo era el destinatario de aquel mensaje, de aquella impertinente invitación al voto responsable.

Durante los tres o cuatro días siguientes a tan extraños sucesos no tuve más noticias de la insólita persecución, pero sospeché que el acoso me acompañaría por mucho tiempo más.

¡De modo que alguien sabe lo que voto!, exclamé al vacio. De nada me sirve llevar el sobre cerrado a la urna u ocultarlo detrás de una cortinilla.

Definitivamente la angustia se había apoderado de mí.

Tema: Mis relatos favoritos

La Hoja de papel que vino del norte - Anónimo

Manuel M. Ruiz 24.01.2015
Paseando por el jardín del pequeño pueblo donde vivo llamó mi atención una hoja de papel que volaba errática, zarandeada por una brisa tenaz que la arrastraba de aquí para allá.

Movido por la curiosidad, me acerqué hasta el lugar donde el suave viento arrastró azarosamente aquel finísimo e imaginario pajarillo. Me agaché para rescatarlo de la hojarasca donde reposaba pero, de nuevo, un súbito golpe de viento me lo arrebató de entre los dedos alejándolo a unos pocos metros de mí. Volví a recorrer el pequeño espacio que me separaba de mi escurridiza presa y, esta vez, la capturé sin más resistencia que su mínima gravedad.

Era una cuartilla de papel blanco con un texto anónimo, manuscrito en tinta azul, casi ilegible por la erosión de la cruel intemperie invernal. Pese a la dificultad, pude leer íntegramente lo que allí había escrito. Eran unas pocas letras que se me antojaron un emotivo homenaje a la gratitud y a la amistad.

Aquí os dejo estos renglones con el deseo de que os aporten tanto sosiego y confianza como me aportaron a mí.

“A ella …

La conocí hace muchos años, pero la descubrí no hace tanto tiempo.

Antes de entrar en ella, la contemplaba como se contempla a una diosa en su inalcanzable Olimpo.

Sin embargo, a medida que fui explorando los rincones de su alma, la diosa se fue transformando en una mujer de carne y hueso, en una mujer excepcional que me alumbró el camino hacia la reconciliación con la esperanza.

Me trasladó su entusiasmo con tanto ahínco y sutiliza que su ímpetu más perecía mío que suyo.

Sin saberlo ella, es cobijo y maestra de muchas cosas. Insobornable gladiadora de la vida, exponente infinito de generosidad y solidaria infatigable.

Para ella no existe el fracaso, nada da por perdido, su tierra es fértil y su cosecha límpida y abundante. Sus convicciones son tan fuertes como las olas que rompen en las aguas del Cantábrico, no muy lejos de donde vive.

Aliado con su fuerza, vuelvo a creer en que nada es imposible si ella está ahí, espantándome el fantasma del letargo o del desánimo.

Fiel amiga de tus amigos, amiga mía, ahora quiero darte las gracias por devolverme la fe en mis más auténticas convicciones de la noble juventud”.



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