¿A terceras elecciones?

22.06.2016 20:50

¿A terceras elecciones?

Tal vez. En la misma medida que los distintos representantes políticos van desvelando sus intenciones con relación al panorama poselectoral, con mayor fuerza nos abraza la certeza de que la distancia entre ellos crece, transmitiéndonos la sensación de que un acuerdo de gobierno es un escenario casi imposible.

Menos mal que, “La política es el arte de lo posible; para lograrlo, hay que intentar muchas veces lo imposible”. ¿Tendría razón Manuel Fraga?

¿Hay algún culpable de que, desde el 20 de diciembre, España tenga en La Moncloa solo un presidente en funciones?  ¿Hay por ahí algún candidato a quien podamos responsabilizar de semejante anomalía política? Mi opinión es que no. Muy probablemente la ingobernabilidad del país solo sea la consecuencia lógica del resultado arrojado por las urnas el 20D, eso sí, añadido a la escasa calidad de los actores que transitan por nuestro escenario político.

¿Alguno de ustedes podría imaginarse a Mariano Rajoy despachando con Pedro Sánchez un asunto rutinario de gobierno o a Pablo Iglesias cambiando impresiones con Albert Rivera en el consejo de ministros de los viernes?

-         ¡Hombre, es que ha elegido usted unas parejas de baile que ni pa Dios!

-         No lo crea, aunque no lo parezca, los otros cruces no harían mejor gazpacho.

No obstante, a un servidor no le cabe la menor duda de que cualquiera de estos líderes sí estaría dispuesto a pactar, siempre y cuando recayera sobre él la titularidad de la batuta del poder.

En varias ocasiones, Albert Rivera ha manifestado su intención de renunciar a las mieles del poder, siempre que sus rivales estuvieran dispuestos a actuar en la misma dirección en beneficio del país. Creo yo que no tiene mucho mérito proclamar tal generosidad cuando se tiene el íntimo convencimiento de que sus antagonistas, ni de lejos estarían dispuesto a compartir tal sacrificio.

Entonces,  ¿cómo podremos escapar de este callejón sin salida?, ¿intentando lo imposible podremos llegar a lo posible?  

Solo el elector puede liberar al país de esta baldía espiral. No podía ser de otra forma, el ciudadano deberá renunciar a sus principios, a su afán por regenerar el entablado institucional, si pretende recuperar la normalidad política.

Después de seis meses al ralentí, sabemos muy pocas cosas. Solo que la clase política aspira al poder por el poder y que el circo mediático trata de repartirse el espectáculo buscando el beneficio propio en términos de cuotas de audiencia. El afán de éstos por ilustrar al elector, probablemente nunca fue más que una remota ficción.

Por lo demás, ni si quiera tenemos la certeza de que el presunto cansancio del electorado sea algo más que una presunción.

Como quizá alguno de ustedes recuerde, tras el pasado 20 de diciembre, un servidor manifestó el convencimiento de que, si ninguna formación política quería pactar con el Partido Popular para formar gobierno, el único candidato posible a La Moncloa (no exento de dificultades aritméticas) apuntaba al líder socialista, Pedro Sánchez. Basé tal predicción en el sentido común exclusivamente. La realidad demostró cuan equivocado es tratar de resolver los enigmas de la política a través del sentido común.

Tal lección me lleva a afirmar ahora, sumándome a un sentir muy generalizado, que si tras las elecciones del domingo próximo, PSOE y Podemos pactan cualquier forma de coalición, será harto difícil  explicar a los mortales por qué hemos llegado al 26 de junio con un gobierno en funciones. Ni siquiera un eventual cambio de posición en relación al referéndum sobre la autodeterminación de Cataluña sería un argumento determinante a la vista de todo lo que hay en juego en la arquitectura del Estado.

La fragmentación del mapa político español tras el 20D generó una cierta sensación de que el país podría entrar en una nueva fase de su historia parlamentaria, donde las mayorías absolutas dejaran paso definitivamente a gobiernos de coalición a la italiana. Sin embargo,  olvidamos algo tan obvio como que España no es Italia.

El 26 de junio, solo España puede decidir qué quiere hacer con España. No será tarea fácil.