Agosto, agosto (una aproximación al derrumbe de los mercados)

25.08.2015 13:15

Cuando en estos días alguien intenta desvelarme las razones por las que las principales plazas bursátiles del mundo se derrumban, instantáneamente se me viene a la cabeza la leyenda de la ‘maldición estival’, aquella que convierte al mes de agosto en la peor pesadilla de los mercados financieros por razones tan imprevisibles como variopintas.…

…Y también me acordaba de Octubre, octubre una formidable novela donde el autor nos cuenta como sus personajes ‘se salvan’ del abismo, unos ascendiendo y otros descendiendo por los vericuetos que ellos mismos van trazándose en sus vidas. José Luis Sampedro, sabía mucho de mística vital pese a ejercitarse durante años como flamante catedrático de Estructura Económica. Ya ven, rara vez las cosas son del todo incompatibles.

Como tampoco parece incompatible que un eventual parón de la economía china pueda coexistir y hasta propiciar aspectos saludables para el curso de la economía mundial.

No olvidemos que, en una primera instancia, los mercados financieros actúan como un mecanismo de respuesta a las hipótesis económicas que perfilan los ciclos y, en segundo lugar, como catalizadores agregados de la coyuntura. En el primer caso, los mercados anticipan escenarios y en el segundo, los difieren y ocasionalmente los corrigen.

En definitiva, el abismo económico se puede salvar a través de los propios mecanismos que ofrece la Economía mediante la puesta en marcha de sus estabilizadores automáticos.

Si la economía China se para hasta el nivel cero (hipótesis muy improbable), no pocas economías periféricas tenderán a liberar demanda como consecuencia de un probable abaratamiento de sus deficitarias facturas energéticas.

A estas alturas del análisis de la economía global, pocos dudan de que una caída sustantiva y prolongada del precio internacional del petróleo puede convertirse en un factor – no pequeño - de respaldo para economías de países muy dependientes de sus importaciones energéticas.

A partir de ahí, es cuestión de coger lápiz y papel para tratar de evaluar el efecto neto de esta relevo en el nuevo motor de la actividad de la economía global.

Pero al margen de que podamos cuantificar con exactitud este cambio de cromos en la geografía del crecimiento económico, también debemos estudiar minuciosamente otro componente del engranaje que, sin duda, va a suponer un aldabonazo para el análisis y una verosímil predicción de la evolución de la economía mundial. Nos estamos refiriendo a los tipos de interés.

En un contexto económico condicionado por las turbulencias financieras, los bancos centrales son abiertamente renuentes a endurecer sus políticas monetarias, Más bien, en fases semejantes de incertidumbre, los reguladores tienden a suavizar sus herramientas financieras con la adopción de políticas más laxas, si ello fuera necesario.

Así pues, las fundadas sospechas de que la Reserva Federal de los Estados Unidos procedería a subir los tipos de interés a partir de septiembre, quedan en suspenso ante el agitado panorama financiero que nos tenía reservado nuestra siniestra ’maldición estival’.

Desde este supuesto, tiendo a creer que las principales autoridades monetarias del mundo proveerán de abundante liquidez a los mercados para tratar de neutralizar las inevitables y muy nocivas estrecheces que este tipo de situaciones genera en el ámbito crediticio.

Tenemos muy claro que sería más fácil que un buey entrara por el ojo de una aguja que dejar caer el sistema financiero. Esto, de por sí, debería constituir un incombustible elemento de confianza para los muy timoratos mercados financieros.

 ¿Están justificados los temores a una caída de la economía china?

Sí, sí lo están, partiendo de la certeza de que no hay economía en el mundo – por muy emergente que sea – capaz de crecer a niveles de dos dígitos o cerca de ellos durante un tiempo ilimitado. Precisamente los ciclos económicos tienen como una de sus inevitables consecuencias depurar los excesos concomitantes a su propia naturaleza.

Sin embargo, honestamente creo que la experiencia acumulada por el sistema económico-financiero neoliberal está lo suficientemente ilustrada como para hacer innecesario los frecuentes y dañinos episodios de histrionismo a los que acostumbran los mercados.

Uno de los incuestionables méritos – ya convertido en virtud – del hiperneoliberalismo económico moderno ha sido la de anclar tan profundamente sus grandes principios funcionales en la sociedad que ésta ya no es capaz de encontrar otras alternativas.

Agosto pasará, vendrá septiembre y llegará Octubre, octubre.