BRUSELAS CONTRA BRUSELAS

13.11.2014 11:07

La recomendación de la Comisión Europea a España para que aborde una nueva reforma laboral supone una agresión directa a no pocos ciudadanos que todavía padecen la arbitrariedad de la Ley ya existente.

El Gobierno español, que elaboró a toda prisa la actual Reforma Laboral urgido por Bruselas, hizo una encendida defensa de la misma, incluso antes de aplicarla (recuerden las palabras al oído del ministro español de Economía al comisario europeo de asuntos económicos) y, según parece, la Comisión se apresuró a bendecirla antes de examinarla.

La UE considera ahora que el recorte salarial implícito en la Reforma Laboral de 2012 es injusto, ineficaz y lento al perjudicar a los trabajadores temporales frente a los fijos.

Desde la misma puesta en marcha de esta Ley, distintas organizaciones – no solo sindicales – expresaron sus dudas sobre el estatus legal de una reforma que, además de golpear frontalmente la estructura salarial del sistema, ponía patas arriba las relaciones contractuales entre empresas y trabajadores, con una grave merma de los derechos de éstos últimos.

Es cierto que el derecho a equivocarse es de aplicación universal, pero es igualmente cierto que algunos errores, por su contumacia, gravedad y alcance, provocan alarma social y exigen una proporcionada rectificación.

Camino de cumplir los tres años de existencia, la Reforma Laboral ha demostrado que, lejos de ser la perla de todas las reformas abordadas por el Gobierno, no es otra cosa que un listado de ocurrencias que poco tienen que ver con el impulso a la creación de empleo, como proclamaba su más genuino objetivo.

Ha sido suficiente un cambio en el equipo rector de la curia bruselense, que no de sus planteamientos ideológicos, para cuestionar una parte del trabajo desempeñado por el equipo anterior.

Olli Rehn se fue a su nuevo escaño en el Parlamento europeo, pero este finlandés de hielo deja enmarronado a todo un país que, entre otras muchas cosas, ha aprendido que Europa no solo era la versión descafeinada del Plan Marshall de la posguerra.

Las crueles medidas económicas adoptadas por los gobierno del PSOE y del PP en los últimos seis años bajo los auspicios de Bruselas no solo han devastado la elevada estima que los ciudadanos españoles tenían de Europa, sino que han alentado una visible exaltación nacionalista incompatible con el principio de solidaridad que inspira el espíritu comunitario de la UE.

Es cierto que las urgencias financieras demandaban un rápido cambio de timón en la política económica española, pero la cuestión fundamental ahora es si esos cambios se emprendieron en la dirección correcta y si todavía estamos a tiempo de reprogramar la brújula.

A tenor del paso errático adoptado por el conjunto de la economía europea en los últimos trimestres, cabe preguntarse si la rígida política de austeridad patrocinada por Merkel no fue demasiado lejos.

Según parece, Alemania está condenada a liderar en los próximos años una legión desnutrida y desmoralizada que, además de continuar deficitaria, deberá manejar unos niveles de deuda pública – no hablemos de la privada - difícilmente soportables y agravada por la evolución deflacionista de precios y salarios.

En este escenario y pese a él, queremos confiar que los mercados financieros vean el panorama con más lucidez que Bruselas y entiendan que la prima de riesgo no siempre es el mejor medio para enmendar la plana al corazón de la burocracia europea.