Como decíamos ayer ...

22.02.2017 12:41

Como decíamos ayer, como dijimos anteayer y como hemos dicho siempre: no hay peor calamidad personal que la de traicionarse a uno mismo, ya sea sobornando a la conciencia o a las convicciones.

¡Vaya, este tío se ha levantado hoy trascendente!, exclamará alguno de ustedes a punto de abandonar esta lectura. No, no se preocupen que no hay para tanto. Es que soy de la opinión de que reservándonos un poco de coherencia para nosotros mismos, nos aseguramos un poco de crédito frente a los demás.

¿Por qué digo esto?

Verán, hace unos pocos días escuché en una emisora radiofónica un corte de unas palabras de Pedro Sánchez dirigidas a sus incondicionales tras postularse como candidato a las primarias del PSOE. Pues bien, creo yo que el mismísimo Marx hubiera empalidecido de envidia ante tan compulsivo arrebato revolucionario.

¡Uf, de la qué nos hemos librado!, exclamaría aliviado algún barón o baronesa socialdemócrata de última generación al escuchar el renovadísimo verbo de Pedro Sánchez.

Pues no, no había motivos para sentirse especialmente perturbado por tal cuestión, créanme. A buen seguro que si Sánchez hubiera continuado en la cúpula del partido, nos hubiéramos quedado con las ganas de descubrir el lado más incendiario de su recién adoptado discurso político.

Seguramente el camarada Sánchez habrá llegado a la conclusión (o alguien se lo habrá chivado) de que, una vez expropiado del poder, el puño y la rosa deben reconvertirse en una especie de tufillo a paria desposeído.

 Ahora, los pablistas socialistas ya tienen su propio líder y pueden mirar desafiantes a los ojos de los susanistas neofelipistas, ya libres de la amenaza y de la vergüenza de tener que refugiarse en la decadente marea morada.

 ¡Antes marxistas que socialistas!, proclaman los viejos socialistas con resucitado orgullo.

¡Hay que ver cómo cambian los tiempos!

Entre tanto, con toda probabilidad, los pablistas de Podemos miran con desconfianza este camaleónico sanchismo. A buen seguro que lo observan más como una desleal competencia política que como un errante compañero de trincheras. Los errojonistas ... ven, oyen y callan.

Un servidor, que ya está un poco escarmentado, no acaba de digerir tanta y tan noble trasmutación.

¿Será que Pedro Sánchez ha visto la luz sagrada del 'yo soy camino, verdad y vida' o se trata de un conspicuo militante de ‘todo por el poder’? No sé, no sé, pero algo me dice que aquí hay gato encerrado. Para salir de dudas, he invitado a Perico (así le llamaba a Pedro antes de meterse en esto de la política) a tomar café en mi casa e igual, en un arrebato de sinceridad, me lo cuenta todo. Ya les diré.

Y los marianistas, ¿qué dicen los marianistas de tan milagrosa metamorfosis?

Un amigo marianista me ha dicho confidencialmente que en el PP están rezando devotamente para que se hagan públicos nuevos casos de corrupción (siempre presunta) que les haga subir en los sondeos.

Por lo visto, algunos marianistas ojean compulsivamente el periódico todas las mañanas para ver si hay un penúltimo episodio de presunta corrupción que les asegure el poder por mucho.., mucho tiempo más.

Algunos militantes del marianismo sostienen que el ascenso político de Pedro equivaldría al descenso político de Mariano y los expertos creen que solo nuevos casos de presunta corrupción darían un balón de oxígeno al universo pepero de La Moncloa.

Hoy, al levantarse, un servidor se asomó a la ventana y, un día más, la niebla le impidió ver el colorido (casi primaveral) de la campiña. Solo pudo adivinar algunos brotes verdes en el horizonte, pero brotes verdes de los de verdad no como los de la señora Salgado (doña Elena).

¿Pero es que también puede haber brotes verdes de mentira?

Algún día les contaré.