¿CÓMO ESTÁ LA BOTELLA TRAS EL PIB DEL BANCO DE ESPAÑA?

24.07.2014 08:13

Una vez le preguntaron a un sabio qué podía hacer la oveja para escapar de las fauces del lobo. El sabio contestó que nada, que no podía hacer nada porque la oveja ya no sería una oveja y el lobo ya no sería un lobo. La naturaleza de las cosas no admite componendas.

 
¿Es bueno o malo el producto interior bruto que el Banco de España ha estimado para el segundo trimestre del año? No es otra cosa que una décima superior al 0,4 por ciento del primer trimestre, medido en tasa intertrimestral. Acaso algunos doctrinarios dirían que lo importante no es tanto la cifra, como la tendencia.
 
¿Y qué dice la tendencia?
 
Describe un perfil de avance sincrónico, compatible con las tasas contemporáneas de crecimiento.
No obstante, la aplicación sistemática del "Analysis of the temporal projection of GDP measured by variables of reciprocal interaction", arroja un resultado más difuso.
 
 
El hecho de que la economía vaya remontando desde sus pobres niveles precedentes es, en sí, una buena noticia. No obstante, el punto de partida sobre el que comenzó a edificarse las tasas positivas de crecimiento era tan débil que la reactivación - por otra parte, inevitable - discurre por el lento camino que había augurado no pocos analistas. Esto que, en sí, parece coherente con la severidad de la crisis - la que ha sacudido a los cimientos de la economía española desde 2007 - adquiere un relieve más espinoso a la luz de la elevada tasa de desempleo que padece el país.
 
España no solo necesita crecer, además necesita crecer más y mejor a fin de lograr paliar los perversos efectos de la crisis sobre su mercado laboral, la zona más sensible de la actividad de cuya revitalización depende una buena parte del país en el nada piadoso escenario de la economía del euro.
 
No nos engañemos, un análisis verosímil de la presumible evolución económica y un pronóstico razonable sobre el futuro de las principales macromagnitudes del país exige salir del bucle instalado por el discurso político, sea cual fuere, y obliga enojosamente a ceñirse a la escrupulosa medida de la escuadra y el cartabón.
 
España crece, pero, con independencia del debate de cuanto necesita crecer para crear empleo neto, su tasa de expansión aún es modesta y, por ende, el empleo que genera es escaso, frágil y de mala calidad. Las estadísticas que vamos conociendo apuntan en esa dirección.
 
Cierto que la crisis económica ha hecho su trabajo a conciencia, pero también es justo reconocer que una buena parte de las medidas adoptadas por el Gobierno, no tanto por la naturaleza de las mismas - aspecto abierto a la discusión - como por el timing elegido para llevarlas a cabo, se asoció con la intensidad del ciclo contractivo. También es justo reconocer, como tantas veces hemos señalado, que el Gobierno se vio forzado a actuar bajo la dirección marcada por la imperativa batuta de Bruselas.   
 
Con estos precedentes, siempre hemos procurado separar dos territorios, cuyo análisis tiende frecuente e inadecuadamente a solaparse. Nos estamos refiriendo a la economía real vs economía financiera.
 
En plena crisis, para vislumbrar un horizonte económico más despejado era necesaria una drástica reducción de la prima de riesgo española. De hecho, solo así se alejó el fantasma del rescate soberano de España, cuyas consecuencias más dramáticas hemos visto en países como Portugal y, sobre todo, Grecia.
 
La acción del Banco Central Europeo, patrocinada por su presidente Mario Draghi, evitó la intervención de España, y frenó la amenaza de un colapso de los canales habituales de la financiación pública. El Gobierno español se atribuyó la autoría de la solución  y dio por cerrada la crisis de la economía financiera. Sin embargo, la economía real continuaba en estado de shock sin que nadie, todavía, haya logrado cerrar la brecha por la que continúa desangrándose.
 
Ni el crédito fluye suficientemente al sector privado, ni los empresarios están dispuestos a generar más empleo del que estacionalmente les resulta necesario, ni los bancos consiguen eliminar la sombra que supone sus activos contaminados, muy localizados en el sector inmobiliario. Los emprendedores ven como sus posibilidades de salir adelante son escasas entre algún que otro sobresalto tipo Gowex, que dispara múltiples alertas entre autoridades, participantes y usuarios de un sistema financiero que aún hoy sigue suscitando resquemores entre la erosión del prestigio de algunos de sus principales responsables.
 
Se arregló la economía financiera y ese episodio no volverá o, al menos, no volverá en mucho tiempo, pero queda pendiente de poner en orden la economía real. La tarea es faraónica y, ahí, Draghi no puede hacer nada para ayudarnos.