¿Cómo se explica el "fenómeno Podemos"?

03.09.2014 11:02

Uno de los acontecimientos políticos recientes que más ha llamado la atención en España ha sido la irrupción de Podemos en el escenario electoral llegándose a convertir en la tercera fuerza política por votos. Nunca habíamos asistido a un estallido electoral de semejante calibre.

De tal magntud ha sido la incursión de Podemos entre los candidatos verosímiles al ejercicio del poder que su inesperada presencia en ese nivel ha sembrado el desconcierto y la inquietud, al menos, entre los dos partidos mayoritarios. Solo así se explicaría alguna declaración altisonante formulada desde la cúpula socialista o la súbita intención del Gobierno de modificar la ley electoral.

En definitiva, llega una nueva alternativa real de poder, algo parecido a la tercera vía “bleariana”, pero mucho más sustantiva y, por lo visto en las urnas, más convincente. Es cierto que Podemos aún debe superar la prueba de fuego que supone unos comicios generales (de presentarse), pero no sería cabal desposeerle del beneficio de la duda.

Tras las últimas elecciones europeas, algunos nos hemos preguntado de dónde ha salido la fuerza de Podemos, qué razones han concurrido para que un puñado de personas desprovistas de currículum electoral haya penetrado en la preferencia del 8 por ciento de los votantes españoles.

La respuesta solo puede ser una: el hartazgo, el hartazgo largamente acumulado en una parte sustantiva de la población, que identifica partidos políticos con corrupción, con intereses personales y a sideral distancia del ciudadano.

La proliferación por doquier de episodios de corrupción, cuya judicialización - cuando se aborda - destapa nuevos y más graves casos de la misma cicuta, no debe contemplarse desde el ámbito de la percepción más o menos discutible, sino desde la efectiva y creciente degradación de nuestra representación política, sensu lato.

El ciudadano ya no se pregunta por la porquería que emerge desde el ámbito de la política, sino por la putrefacción que sigue presuntamente oculta. “Lo peor está por destaparse”, oímos a menudo.

La arrogancia que suele destilar la imagen del político – no más que un delegado ocasional de la voluntad popular – también pone tierra de por medio entre el ciudadano y sus representantes.

En absoluto es extraño que el ciudadano se instale en la certeza de que un gobierno, inexorablemente, acaba gobernando para sí, a una distancia considerable, cuando no del todo ajeno, a sus preocupaciones, necesidades y anhelos.

Acabamos de asistir – en un proceso aún inconcluso - a uno de los episodios que probablemente suscita más aversión entre la población. El asunto no es otro que la generosa inyección de liquidez en el sistema bancario al mismo tiempo que el ciudadano se siente desprotegido, incluso penalizado, por sus gestores políticos en medio de la peor crisis padecida por el país en décadas.

Pero la peor sensación que experimenta el ciudadano no es tanto que los bancos precisen liquidez en una coyuntura de crisis como el desinterés y/o la incapacidad del Gobierno por explicar con detalle las claves que guían su estrategia económica. El ciudadano necesita sentirse partícipe del destino de su país y no un etéreo fantasma que solo es requerido para elegir un gobierno cada cuatro años.

Estas son las razones que podrían explicar, groso modo, el “fenómeno Podemos”.

El sentimiento de fatalidad, de drama que invade la decisión del ciudadano en cada cita electoral, se ve paliado por un aire de renovación que, más allá de consideraciones más o menos pintorescas, por lo pronto es capaz de colorear un horizonte irremisiblemente condenado al blanco y negro. 



Leer más: https://elcatalejoderuiz-es.webnode.es/news/como-se-explica-el-fenomeno-podemos-/