El MEJOR AMIGO DEL EURO

26.11.2014 11:38

Si tuviéramos que dar un premio a la constancia, a la lealtad con su cometido, solo se lo podríamos dar a Mario Draghi, el mejor y más fiel amigo del euro.

Desde hace algo más de tres años, cuando se desató la peor tempestad en la eurozona, el presidente del Banco Central Europeo no solo logró mantener inquebrantable la unidad de la moneda única, sino que todavía hoy persevera en su infatigable afán por sujetar firmemente el principal mástil del buque europeo pese al furor de las tormentas.

Draghi es el único personaje de esta singular aventura que entiende su papel, que lo interpreta con parecidas dosis de flexibilidad que de rigor. Gracias a él, los europeos continuamos embarcados en este audaz viaje que llamamos euro.

Pero antes de apuntar cualquier otra consideración, debo dejar justa constancia de que Draghi vence los obstáculos guiado por un sentido cabal de la Historia, de que la Historia - contrariamente a lo que dicta el tópico - difícilmente se repite.

Europa tenía la verosímil oportunidad de agruparse en torno a un proyecto emanado de su libre elección, del empeño por transitar unitariamente por los sinuosos vericuetos de la globalización. Europa tenía una deuda consigo misma y saldarla exigía estar a la altura de los tiempos. Draghi escaló hasta esa altura. Pero el periplo continúa y los peligros acechan por doquier.

Como el caballero feudal, el euro debe brincar de una batalla a otra sin apenas receso y sin que el horizonte deje atisbar el final de la contienda.

Escarbando en los embrollos del euro, encontramos una extraña oquedad, un vacio que apenas ha dejado huella de su ser, de su anterior inquilino. Ello nos obliga a procurarnos un material de excavación más sutil y sofisticado. Ahora, impregnados de tierra, empezamos a descubrir las marcas del huésped, de un transeúnte pretérito. Ahora, que le hemos despojado de su formidable camuflaje, sí podemos ver que el más abnegado enemigo del euro está en casa, no en el edificio contiguo, no en el portal de enfrente. Vive, come y duerme con nosotros, en nuestro más íntimo espacio vital.

Aterrados por el descubrimiento, caemos en la cuenta de lo inevitable, tan inevitable como que el Sol asoma por oriente y se oculta por occidente. El mayor enemigo del euro está en el euro. Entonces, ¿por qué buscarlo más lejos?

Si Draghi mira en su rededor, no más lejos de su casa, ahí verá a sus antagonistas, a sus más despiadados contrincantes.

Las nostalgias destiladas por el viejo Bundesbank rivalizan con descomunal fuerza con nuestro particular caballero medieval. La oquedad, ya tiene huésped, ya sabemos quien ejerce de contrapeso en el reloj de esta historia, de la corta biografía del euro.

Seguimos escarbando y, a no mucha distancia del anterior, encontramos otro hueco, esta a vez acompañado por un rastro reconocible sin más artefacto que nuestro propio ojo. Se trata del surco hendido por la inconfundible ambición, por la lucha intestina por el poder, por ese poder que está mucho más allá del que otorgan los votos. Del poder que nada tiene que ver con la voluntad de los ciudadanos.

Los peligros que amenazan a Draghi en su travesía son tan reales como feroces. El tiempo, solo él, escribirá el capítulo final de una historia que acaba de empezar.