EL OCASO DE LAS CASTAS

22.10.2014 08:26

Algunos pensadores clásicos creían que no había mayor sinsentido para el hombre mortal que vivir fuera de su tiempo. Tanto daba para ellos girar la máquina del tiempo para adelante que para atrás. Futuro y pasado eran igualmente  extemporáneos y, por tanto, prescindibles.

Nosotros vamos a invertir un poco los términos de los clásicos y vamos a ignorar el presente para mirar solo al futuro. No nos importa la actualidad ni el pretérito y solo consideraremos lo que está por venir.

¿De qué estamos hablando?

En lo que tardamos en pestañear, caemos en la cuenta de que solo podríamos estar hablando de política, de la política más próxima a nosotros, de la política que se nos avecina por aquí, de la política de Pirineos para abajo.

Y, ¿por qué querríamos ignorar el presente, si es lo más inmediato que tenemos?

Muy simple, porque el presente que vemos no nos gusta.

Muy al revés, nos entusiasma creer que los que ahora gobiernan, en el futuro deberán rendir cuentas, ante las urnas primero y, ante los tribunales después, por todo el daño infligido al país. Un sistema sanitario ejemplar reducido a cenizas tras muchos años de esfuerzo y dinero de todos. Un sistema educativo y científico que nos descuelga de la vanguardia por muchos años más.

Por esto y por otras muchas cosas nos ha dejado de interesar la política de un Gobierno que ha renunciado al mejor capital que poseía: la esperanza. Una esperanza que iba forjándose inútilmente con cada golpe de timón que el Gobierno de Zapatero iba dando contra las promesas de lealtad a su electorado. Por esa razón y solo por esa, los socialistas no logran remontar en los sondeos.

No es casual que las “castas” políticas languidezcan en su propio fracaso mientras otras caras nuevas arrasan construyendo ilusión. Por ahí asoma el señor Pablo Iglesias con su Podemos.

¿Es ilusionante acabar con el sistema?

 Naturalmente que lo es. Lo que no es, es realista.

¿Y?

La alternativa propuesta por Podemos ilusionará mientras no sea Gobierno, pero desde el mismo instante en que lo sea, comenzará a languidecer, como sus rivales políticos.

Entonces, ¿de qué futuro estamos hablando?

De un futuro sin mayorías absolutas, de un futuro de pactos, de largas horas de negociación, de toma y daca. De un futuro más parecido a lo que los ciudadanos entienden como democracia.

Los ciudadanos, con excepción de los más afectos a los gobiernos de turno, contemplan con temor las mayorías absolutas porque inexorablemente acabarán sucumbiendo a la confortable gestión de una política excluyente y monolítica.

Los ciudadanos no quieren los Presupuestos solo de Montoro  o la Reforma Laboral solo de Báñez. Como tantas veces hemos dicho, los ciudadanos quieren sentirse, antes que nada, partícipes de su destino.

El Partido Popular y el PSOE han enseñado al ciudadano que las mayorías absolutas rompen compromisos. Por eso, a partir de noviembre de 2015 “las castas” tendrán que aprender a convivir con el vulgo y, previsiblemente, ya por muchos años.