EPITAFIO POR UN HOMBRE QUE ESTUVO CERCA DE DIOS

29.07.2014 02:36

Lo tuvo todo. Nadie como él atesoró tanto prestigio fuera y dentro de su país. Su palabra era doctrina y su doctrina guía espiritual de todo un pueblo. Era como el padre de todos y cada uno de sus conciudadanos. Pero muchos años después, los vaivenes inescrutables de la historia obliga a presenciar la trágica caída de un hombre que estuvo cerca de Dios. 

Llegado a Cataluña desde otros lares del Estado, cualquiera que se implicara, aunque fuera superficialmente, por los vericuetos de la política del país llegaba a la conclusión, casi de inmediato, de que Jordi Pujol era algo más que el muy honorable President de la Generalitat. Yo mismo pude advertir como una aplastante mayoría de mis interlocutores catalanes que se prestaban a la conversación política, podían o no estar de acuerdo con los planteamientos ideológicos de Pujol, pero muy pocos dudaban de que el timón de la nave estaba en las mejores manos posibles. Con él, Cataluña navegaba segura y su destino era el más adecuado en cada momento de la peripecia política.
 
Pujol, un hombre impregnado de  la más profunda tradición de la cultura catalana, también podía transitar muy bien orientado por el resto de la geografía ibérica sin la ayuda de una brújula. Poseía la no tan frecuente cualidad de recitar una estrofa de Salvador Espriu con el mismo poder de convicción que un pasaje cervantino del Quijote, ya fuera en su catalán vernáculo o en un depurado castellano. No oculto mi más sincera admiración por ello.
 
¡Maldito parné!, diría alguno, muy justamente indignado por los despropósitos que nos depara la vida por obra y gracia del dinero.
 
Antes que cualquier otro desventurado calificativo que nos venga a las mientes por la incompresible actitud de Pujol - yo no la entiendo - me atrevería a decir que pocas veces el dinero ha sido tan cruelmente destructivo con un hombre, ahora liquidado por el deshonor. Su exuberante historial, su imponente leyenda han sido vorazmente engullidos por la vergüenza. Desde su posición vital, me resulta difícil pensar en una tragedia mayor.
 
La parte menos mala de esta historia - me resisto a reconocer que un episodio así tenga algo de bueno - es que la impunidad asociada a una determinada posición política, económica, social o de cualquier otra naturaleza parece en vías de destierro, más parte de una historia en trance de pasar que de una historia en trance de continuar. Veremos.
 
Lo siento señor Pujol, lo siento.