ESPAÑA INGOBERNABLE

21.12.2015 09:00

En España, unas elecciones generales solían dejar más respuestas que preguntas: desde el domingo, nos han dejado más preguntas que respuestas. Es verdad que, tras el 20 de diciembre, todos esperábamos la fragmentación del Parlamento, pero no hasta rozar el caos. Tal vez haya ocurrido que el final del bipartidismo ha supuesto de golpe el principio de la ingobernabilidad. Nuestro espacio político se ha italianizado.

Pactos, cintura política, negociación.., nada de esto encaja en una aritmética con números primos. Solo la “gran coalición” (muy poco probable) podría evitar lo que, todavía muy tímidamente, asoma en el horizonte como verosímil: nuevas elecciones.

En este orden de cosas (o desorden de cosas), un pacto entre los dos partidos mayoritarios, sería la solución más directa. Sin embargo, nadie ignora que una alianza de gobernabilidad entre el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) exigiría a cada una de las formaciones la expresa renuncia a promesas y principios básicos contemplados en sus respectivos programas. Desde ayer, ya nos consta inequívocamente, que incumplir compromisos, supone un alto precio político pese al amplio margen de tolerancia que concede cuatro años de legislatura por delante. Hemos aprendido que jugar con los grandes principios, no sale gratis. Jugar con las promesas, tampoco.

Y en este laberinto poselectoral, los nacionalistas catalanes – tan distantes de los intereses políticos del conjunto del Estado – adquieren una dimensión estratégica clave: con ellos, sí sería posible la gobernabilidad, con la previa condición de un acuerdo entre los socialistas y Podemos. Sí, difícil, muy difícil, pero no imposible. Obviamente, esta combinación no es verosímil en el caso de una eventual coalición previa entre PP y Ciudadanos.

Así las cosas, considerando una hipotética alianza entre PSOE y Podemos, en opinión del Espectador, los escaños logrados por los independentistas catalanes abren la puerta a un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Es cierto que el líder socialista tendría que cambiar sus convicciones a tal respecto, pero no es menos cierto que la perspectiva de poder obra milagros. En cuanto a la complejidad técnica que supondría un referéndum desde el ámbito constitucional,  (la Carta Magna española exige los dos tercios de ambas cámaras para introducir cambios en la misma) no sería un impedimento insalvable, como ya hemos tenido la oportunidad de comprobar en ocasiones anteriores.

Más allá de los expuesto, no nos queda mucho margen para imaginar otras opciones de gobernabilidad. Los pactos puntuales exigirían un cambio de cromos que se antojan muy poco probables a la vista del reparto de asientos en la Cámara Baja.

Desde la perspectiva de los mercados financieros, y más allá de sus consecuencias inmediatas, también se abre todo un universos de interrogantes, aunque la imperiosa necesidad de no interrumpir la estabilidad económica del país emerge como la única respuesta a todas las inincógnitas.