La clave económica: restituir el crédito

29.01.2014 13:06

Por Manuel María Ruiz

Es cierto que siempre nos podría complicar la vida la vieja disyuntiva del huevo o la gallina, pero debemos empezar por alguna parte para tratar de poner orden en el caos.

Tras varias décadas de crecimiento continuado, más o menos intenso en función de las características específicas de cada país, Europa se enfrenta ahora a una situación bien distinta en la que la amenaza deflacionista se ha convertido en una hipótesis verosímil.

Esto podría ser particularmente válido en el caso de España, considerando que ahora representa mejor el paradigma de una inmensa fábrica de desequilibrios múltiples que un serio intento por sumarse a la excelencia económica y social.
La severa y larga crisis económica que padece el país está dejando tras de sí una estela de consecuencias que interactúan mezclando caóticamente efectos y causas en un gigantesco círculo vicioso que penaliza el empleo, el consumo, la inversión, los márgenes empresariales.., sin entrar a considerar las dudas que genera sobre el valor real de la deuda y los activos.

Este horizonte secuencial de desequilibrios económicos-financieros, también particularmente visible en el conjunto de la Europa meridional, además de complicar políticas supranacionales como la del Banco Central Europeo, ensombrece la visibilidad a escala general a la vista de los inevitables efectos de la globalización.

¿Por dónde empezar? ¿Cómo abordar una terapia adecuada en este confuso escenario? Quedémonos en España
El Gobierno del país enfatiza, muy razonablemente, en la necesidad de generar empleo. Ante el ímprobo esfuerzo que supone este reto, resulta obligado preguntarse de qué modo pretende llevar a cabo esta urgencia en medio de una política fiscal que, precisamente en un entorno de corrección del déficit, constituye una de las principales trabas para la reactivación económica.

No todo está perdido.
La abrupta restricción crediticia practicada por el sistema financiero simultáneamente al inicio de la crisis económica, continúa siendo una de las causas principales de la persistente debilidad del consumo. En un país fuertemente endeudado, las consecuencias de esto eran fácilmente previsibles.

Pues bien, al Gobierno, de la mano de Bruselas, le corresponde promover activamente un escenario de exigencia a la banca para normalizar el caudal crediticio. Su determinación en este punto debe ser comparable al esfuerzo desplegado para restituir la confianza en el sistema financiero español.
Es evidente que una parte sustantiva de la ciudadanía – tal vez cerca de seis millones de parados - continúa sin entender las razones por las que, de alguna manera u otra, ha tenido que contribuir a la salvación de una parte del sistema financiero, justo de aquella parte que demostró ser tan ineficaz como dañina para los intereses del país.

Esta sería una parte no pequeña de la solución.
Por tanto, el Espectador cree que el Gobierno no debe escapar a una obligación que, más allá de un imperativo económico, también debe subordinarse a la deuda moral que adquirió con el conjunto de la sociedad en su programa electoral.