LA ENCRUCIJADA EUROPEA

30.06.2015 11:09

Es complicado no echar mano del tópico en un tema como este. Pensé escribir sobre “la tragedia griega”, pero lo que aquí está escrito no es exactamente una tragedia. También consideré escribir sobre “la hora de la verdad para Europa”, pero tampoco se trata de un tic-tac terminal para nuestro viejo sueño paneuropeo. Finalmente me decidí por la “encrucijada europea” porque creo que el referéndum heleno abre varios  caminos y el mayor reto para Europa consiste en elegir el más adecuado. Sinceramente, en este momento, no tengo muy claro cuál es ese camino, aunque confío en el acuerdo in extremis.

El Catalejo - que siempre tiene más preguntas que respuestas – oyó decir a un ciudadano griego, cuando ayer se manifestaba delante de su Parlamento en apoyo del gobierno de Tsipras, que su principal anhelo era que le devolvieran la vida que Europa le quitó.

El Catalejo cree honestamente que Europa no ha quitado la vida a ningún ciudadano griego, probablemente su mayor error consistió en no devolverles la vida que les arrebataron los sucesivos gobiernos helenos, conducidos bajo la batuta de la mentira y la corrupción.

A nadie se le oculta que Grecia bien podría ser el paradigma europeo del caos fiscal, pero el peor error de Europa fue tratar de corregir el caos con políticas de consecuencias caóticas. El jarabe debe mejorar la tos, no empeorar el catarro. Europa agravó el catarro griego al empeorar las condiciones de vida de la mayoría de sus ciudadanos hasta el punto de exacerbar el espíritu nacional de una buena parte de los mismos. Nada muy distinto a esto sucedió después de la Gran Guerra, cuando Alemania fue obligada a firmar una paz humillante en Versalles, la semilla que desencadenó la II Guerra Mundial. Parece difícil aprender de la Historia, aunque solo nos separe de ella 95 años.

Ahora, la peor equivocación sería vincular el resultado del referéndum griego con la permanencia del país en el euro. Esto sí que se parece más a una tragedia. Vean: Tsipras amenaza con su dimisión si sus conciudadanos no respaldan su negativa al plan europeo y Juncker implora un “Sí” para el ‘rigor merkeliano’ a fin de no romper Europa.

¿Estas son todas las alternativas que se merecen los griegos? ¿No es descabellado que Grecia reciba dinero de sus acreedores para pagar a sus acreedores? ¿No parece insensato que los plazos primen sobre la reflexión pausada y cabal ante un asunto tan crucial? ¿No sería más razonable ofrecer una salida digna a los ciudadanos griegos y no seguir torturándoles con injustas políticas de penalización?

Si el próximo 5 de julio, Grecia vota “No” a los planes de Europa, tal vez no se trate tanto del triunfo de Tsipras como de la derrota de todos.

Después de los espantosos años de cicuta económica que aún padecemos los ciudadanos españoles, Europa se nos representa más como una amenaza que nos empobrece que como un fiable compañero de viaje que nos conduce hacia lares más prósperos y equitativos.

Si el próximo domingo Grecia vota “No”, no votará contra  Europa, votará contra un proyecto que le aterra porque conoce bien sus resultados. La eventual negativa de los ciudadanos griegos a los planes de renovada austeridad propuesta por Bruselas, no será el triunfo de nadie, muy al revés será la derrota de todos y, muy probablemente, el final del viejo sueño paneuropeo.

Como diría el secretario del Tesoro estadounidense,  Jack Lew, el proyecto europeo bien merece la búsqueda de nuevas oportunidades para un acuerdo en beneficio de todos. Así sea.