LA HOJA DE PAPEL QUE VINO DEL NORTE

10.01.2015 12:21

Paseando por el jardín del pequeño pueblo donde vivo llamó mi atención una hoja de papel que volaba errática, zarandeada por una brisa tenaz que la arrastraba de aquí para allá.

Movido por la curiosidad, me acerqué hasta el lugar donde el suave viento arrastró azarosamente aquel finísimo e imaginario pajarillo. Me agaché para rescatarlo de la hojarasca donde reposaba pero, de nuevo, un súbito golpe de viento me lo arrebató de entre los dedos alejándolo a unos pocos metros de mí. Volví a recorrer el pequeño espacio  que me separaba de mi escurridiza presa y, esta vez, la capturé sin más resistencia que su mínima gravedad.

Era una cuartilla de papel blanco con un texto anónimo, manuscrito en tinta azul, casi ilegible por la erosión de la cruel intemperie invernal. Pese a la dificultad, pude leer íntegramente lo que allí había escrito. Eran unas pocas letras que se me antojaron un emotivo homenaje a la gratitud y a la amistad.

 Aquí os dejo estos renglones con el deseo de que os aporten tanto sosiego y confianza como me aportaron a mí.

“A ella …

La conocí hace muchos años, pero la descubrí no hace tanto tiempo.

Antes de entrar en ella, la contemplaba como se contempla a una diosa en su inalcanzable Olimpo.

Sin embargo, a medida que fui explorando los rincones de su alma, la diosa se fue transformando en una mujer de carne y hueso, en una mujer excepcional que me alumbró el camino hacia la reconciliación con la esperanza.

Me trasladó su entusiasmo con tanto ahínco y sutiliza que su ímpetu más perecía mío que suyo.

Sin saberlo ella, es cobijo y maestra de muchas cosas. Insobornable gladiadora de la vida, exponente infinito de generosidad y solidaria infatigable.

Para ella no existe el fracaso, nada da por perdido, su tierra es fértil y su cosecha límpida y abundante. Sus convicciones son tan fuertes como las olas que rompen en las aguas del Cantábrico, no muy lejos de donde vive.

Aliado con su fuerza, vuelvo a creer en que nada es imposible si ella está ahí, espantándome el fantasma del letargo o del desánimo.

Fiel amiga de tus amigos, amiga mía, ahora quiero darte las gracias por devolverme la fe en mis más auténticas convicciones de la noble juventud”.