Las dudas chinas y otras dudas

21.01.2016 12:14

Hace unos días el Espectador recibió una llamada de un amigo del mundo financiero para pedirle opinión y mostrarle su inquietud por la evolución de la economía china y el efecto negativo que la desaceleración de la misma supone para la renta variable global.

Nuestro Espectador, gratamente sorprendido por la deferencia, preguntó a su amigo qué de nuevo sucedía con la economía de China.

- ¡Hombre, por el pueblo se comenta que tú sabes de mercados y me gustaría saber tu opinión!, le dijo el atribulado financiero a nuestro personaje.

El Espectador trató de explicar al financiero que nadie sabe de mercados, pero su amigo estaba tan absorto en sus preocupaciones que, probablemente, tal aseveración le pasó inadvertida.

Esta anécdota me da pie para reiterar lo que ya expuse recientemente en este mismo rincón: la economía china es un factor intrínseco de mercado y por esta razón, tal asunto no creo que deba suscitar una exagerada preocupación. El mercado sabe gestionar sus escenarios. Muy distinta es la situación cuando el mercado se ve obligado a gestionar escenarios ajenos a su naturaleza.

En este sentido, el amigo del Espectador se mostró especialmente preocupado por la eventualidad de que las autoridades chinas estén edulcorando la verdadera evolución económica del país. De ser así, este sería un aspecto difícil de desentrañar.

A tal respecto, ayer tuve la oportunidad de escuchar al economista Emilio Ontiveros, quien minimizó el riesgo de una supuesta contaminación política en los datos económicos chinos con el argumento de que éstos parecen consistentes con el historial mostrado por varios de sus indicadores. Pese a aceptar este sutil argumento, el  Espectador no puede descartar que las sospechas de contaminación también deban trascender a los servicios estadísticos del  gigante asiático. Obviamente carecemos de una respuesta inequívoca sobre el asunto, pero no querría imaginar un escenario alterado por tal eventualidad.

Tratando (a duras penas) de acotar las ilimitadas fronteras de la imaginación, diremos simplemente lo que ya habíamos apuntado en nuestro anterior comentario, cuando afirmamos que el mercado no ignora que los ciclos económicos son inevitables, incluso para una economía tan emergente y expansiva como la de China.

Este debate nos lleva en volandas a otro escenario geográfico mucho más cercano y, por ende, más preocupante que el hipotético fraude chino en materia de información económica.

¿Cuál es el estado real de la economía española?, ¿deberíamos trascender a España nuestras dudas sobre el rigor chino? Sabemos que no es necesario mentir para ocultar la verdad, es suficiente con sesgar la realidad.

En los cuatro años de mandato ‘pepero’ me ha parecido observar una estrategia que, aunque burda, podría haber empapado a la opinión pública de una exagerada percepción en el ritmo de mejora de la economía del país.

En la primera mitad de la legislatura, un servidor diría que la estrategia del Gobierno pareció centrada en subrayar los devastadores efectos de la crisis económica legada por la pésima gestión del anterior gobierno socialista. En la segunda mitad, el Ejecutivo pareció volcado en apabullar a la ciudadanía con un reiterado mensaje de brillante recuperación económica.

¿Es consistente la evolución de la economía española con una parte no pequeña de sus estadísticas macro y microeconómicas?

El mercado laboral crea empleo, el déficit público mejora y el consumo interno releva al sector exterior como motor del crecimiento doméstico.

Sin embargo, hay algunos aspectos que amortiguan el optimismo al mostrar con tenacidad una realidad muy distinta de la economía del país: la tasa de paro aún supera el 22 por ciento y la OIT no espera que caiga del 21 por ciento hasta el año 2018. Mientras, el próximo Gobierno se verá ineludiblemente obligado a negociar con Bruselas un ajuste de entre 9.000 y 10.000 millones de euros para reconducir el objetivo de reducción del déficit. Además, la deuda pública continúa instalada en un canal fuertemente expansivo. Por razones como estas, nos resulta difícil confiar en la sostenibilidad del ritmo expansivo de la tasa de crecimiento de la económica del país, incluso después de que se despeje la incógnita sobre su gobernabilidad.  

Por imperativo presupuestario o no, España ha abandonado la inversión en I+D,  la única estrategia de futuro que, en estos tiempos de globalización, asegura la competitividad y la supervivencia en el complejo ámbito del comercio exterior.

Por su parte, el tejido empresarial español continúa demasiado imbuido por las viejas prácticas de lograr máximos beneficios con mínimos costes. Solo el precario sector de las pymes parece mostrar alguna vocación por avanzar hacia unos parámetros empresariales más actualizados. Pero la pequeña y mediana empresa tiene asignada, como tarea más urgente, su supervivencia en un espacio administrativo todavía sorprendentemente burocratizado y disperso.

Y mientras esto sucede en los confusos segmentos de la macro y la microeconomía, observamos con preocupación como continúa la exportación de cerebros hacia otros lares, precarizando por muchos años la excelencia intelectual y científica del país.

A juicio del Espectador, el mayor error del Gobierno de Mariano Rajoy consistió en dar por concluida la crisis económica cuando el país se vio liberado del fantasma de la intervención soberana, ignorando que había otros muchos desequilibrios ligados a la economía real. Ni siquiera al Gobierno Popular podemos atribuir el mérito de haber evitado el rescate de España ya que, en justicia, tal dignidad le correspondería al potente bazooka de Draghi.

Muy lejos de lo que indica el proselitismo oficial, uno tiene la sensación de que el Gobierno del Partido Popular (ahora condenado a la oposición) lejos de mejorar los ratios económicos y sociales del país, en algunos casos, ha contribuido a un mayor deterioro de los mismos.

Con todo, lo peor ahora, es que en absoluto tenemos la certeza de que el próximo Gobierno tendrá las dosis adecuadas de voluntad y autonomía para corregir el saldo negativo que hereda el país de su predecesor en La Moncloa.

Si les parece, en otra ocasión hablamos de la caída del precio del petróleo.