Los expertos alertan de que, a pesar de la mejoría en las cifras de desempleo, la precarización de los contratos puedan derivar en la figura de 'trabajadores pobres'
Los García son maestros artesanos del encaje de bolillos aplicado a la factura de la luz. Lo bordan a la hora de evitar el temido corte, pagando los recibos que están a punto de vencer y dejando el resto para más adelante. Se han convertido en expertos en eficiencia energética, renunciando a la calefacción en invierno y confiando el calor de hogar en esa vetusta estufa catalítica que acumulaba telarañas en el trastero. En los últimos tiempos han obtenido un doctorado en economía doméstica en la especialidad del 3x2 y la marca blanca. Y también han incluido sus fogones en la guía gourmet de andar por casa al exprimir al máximo ese pollo enclenque del que se puede sacar un asado para cuatro, unas croquetas y un caldo. Los García podrían ser cualquiera de las 47.800 familias que, según la Encuesta de la Población en Relación con la Actividad (PRA), tienen a todos sus miembros en paro en Euskadi, una cifra que se ha multiplicado por cinco en los último siete años.
En el último trimestre de 2007, entre los datos de la 'EPA vasca' se colaba un dato que entonces parecía dramático: 9.100 familias en Euskadi vivían sin nómina. Ninguno de sus miembros trabajaba: el dinero que entraba en casa procedía únicamente de la prestación por desempleo o de las ayudas. Siete años después, aquella situación, lejos de subsanarse, se antoja ahora casi idílica. El número de hogares vascos con todos sus integrantes en paro empezó a escalar desde 2008, con el estallido de la crisis, y se ha multiplicado por cinco, llegando a alcanzar los 49.200 a finales de 2013. Aunque seis meses más tarde la cifra ha descendido de forma sensible -en la PRA del segundo trimestre del año se contabilizaban 47.800 familias en esta stiuación-, la realidad sigue pesando como una losa.