Palabra de Draghi

04.04.2014 11:26

La palabra de Draghi es como la palabra de Dios: su efecto es tan balsámico como inmediato. Su verbo es tan capaz de resucitar a Lázaro como de reconciliar a moros y cristianos. Si no lo creen, pasen y vean:

Hace un par de años, más o menos, un pueblo entero - sus ciudadanos, sus políticos y hasta su rey - vivían aterrados e inermes ante su inminente expulsión del Paraíso. Nadie se atrevía a moverse, todos contenían la respiración esperando que cayera sobre ellos la ira del maléfico. Mientras, los agoreros, pronosticaban el día y la hora en que se cumpliría la horrible profecía: el rescate.  

El panorama era tan sombrío y desolador como un mismísimo lienzo del Goya más tenebrista. Todos estaban resignados a su fatal destino. Pero, de improviso, se hizo la luz. La palabra de Draghi trajo la paz y el sosiego a nuestro atormentado pueblo disolviendo sus temores como se disuelve un azucarillo en agua bendita. Se hizo el milagro.

Es verdad que algunos intentaron disputarle a nuestro particular dios romano la autoría de tan formidable suceso, pero eso es otra cosa.

Ya, en tiempos más recientes, Draghi ha vuelto a   emplear la misma fórmula para, de nuevo, obrar el milagro. Esta vez se trataba de sosegar a los mercados, una especie de dioses menores pero sin la sabiduría ni el supremo poder de Draghi.

Y así fue, solo unas pocas palabras suyas, cual látigo redentor, expulsó al fantasma deflacionario del templo financiero como algunos siglos antes Cristo expulsó a los mercaderes del Templo de Jerusalén.  

Y Draghi desparramó al aire la fórmula mágica (todos + comprar + bonos), que es como decir que existe consenso en la plana mayor del Banco Central Europeo para adquirir bonos en caso de que la deflación se convierta en una amenaza real para la economía europea.

¡Habemus acuerdo!

Ahora, el consenso es la clave del milagro. No hay fisuras ni a la diestra ni a la siniestra de Dios Padre.

Tomen nota los políticos de aquí y acullá. Tantos años de esfuerzos prometiendo el oro y el moro a cambio de unos pocos votos y resulta que solo tres palabras pueden arreglar el mundo. Es el triunfo del mínimo esfuerzo. No hace falta ni hacer, basta amenazar con hacer. Pero es necesario decir la verdad, no mentir jamás para ganarse el prestigio.  

- ¡Eso es poder y lo demás puro tongo!

- ¡Y tanto!

Tres palabras tuyas bastarán para sanarme.

Ya puede usted comprar lo que quiera porque no van a bajar más los precios. Ya no va usted a perder su empleo y podrá pagar sus deudas. La deflación ha quedado relegada a un alma en pena vagando por el mundo de la sombras.

Señor Draghi: ¿No tendría usted una fórmula parecida para los sin techo, para los desahuciados, para los indigentes, es decir, para España?