Por MIGUEL SEBASTIÁN - ICAE/, Universidad Complutense de Madrid., Ex Ministro de Industria, Turismo y Comercio

19.05.2018 11:33

En las últimas semanas, el petróleo ha vuelto a la escena económica, impulsado por la ruptura del acuerdo nuclear entre EE.UU. e Irán, al que aún no se ha sumado la UE, y por la situación en Venezuela. Lo cierto es que el futuro sobre el barril de Brent, que es nuestra referencia del mercado de petróleo, ha alcanzado los 78 dólares, más que duplicando el precio al que cotizaba a principios de 2016 (unos 35$) y un 70% más alto del precio del verano pasado. Las dos primeras preguntas que se plantean muchos lectores es (i) ¿por qué se toma el precio del mercado de futuros y no el spot?, y (ii) ¿por qué el precio de las gasolinas, cuyo crudo se compró hace meses para ser refinado, sube de forma inmediata ante estos episodios en los mercados? La respuesta a la primera pregunta es que el mercado de futuros es mucho más líquido que el spot y, por tanto,menos manipulable y más transparente. Con respecto a la segunda, el argumento también ocurre con las bajadas de precios: pese a que el crudo se compró hace meses, el precio del producto refinado (gasolinas, querosenos, etc.) se reduce de forma instantánea cuando baja el precio del crudo. Al final es la demanda, y no sólo la oferta, la que determina el precio.

Más allá de estas cuestiones técnicas, la pregunta más general es cómo puede afectar esta subida del petróleo a nuestra recuperación económica y si podemos estar en vísperas de una nueva “crisis del petróleo” como la que se vivió en los años 70 o en vísperas de la Gran Recesión de 2008. Responder a estas preguntas requiere un doble ejercicio de análisis: (i) cuál es la magnitud del impacto y (ii) cómo se propaga por la economía.

Hablar de un 100% de subida en dos años o de un 70% de subida en nueve meses parece un choque muy elevado. Sin embargo, cuando contemplamos la serie en niveles, algo que conviene hacer para todas las magnitudes económicas, el panorama no es tan alarmante. En el Gráfico 1 presento el precio del barril Brent en dólares desde 1970, y en el que se recogen las dos grandes crisis de los años 70 (1973 y 1979) que tuvieron un fuerte impacto sobre las economías desarrolladas, especialmente la segunda, relacionada con la revolución iraní, y que impactó a nuestras economías durante la primera parte de los años 80.

Lo segundo que hay que hacer para medir apropiadamente el impacto sobre nuestra economía es expresar el precio del barril en nuestra moneda local, es decir, en euros. Si el euro se aprecia, el precio del barril en dólares expresado en moneda local no sube tanto, y viceversa. En el gráfico 2 presento la serie del precio del petróleo tanto en dólares como en euros desde 1999, año de creación de la moneda única, hasta hoy.

Cuando medimos el petróleo en euros, los precios de 2008 y 2011 no fueron tan elevados, pues el tipo de cambio del euro estaba muy sobrevalorado. De la misma forma, la subida de los últimos meses no ha sido tan elevada como cuando se mide en dólares, un 58% versus un 70%. En euros también está en los niveles de noviembre de 2014 y estamos un 23% por debajo del nivel máximo de 2008. Dado nuestro tipo de cambio, para recuperar ese nivel, el Brent en dólares debería alcanzar los 102$/barril. En promedio anual el barril nos costó en 2017 unos 48 euros el barril. Y en lo que llevamos de año nos está costando 58 euros. Pero, si se mantiene el nivel de este mes, cerraremos el año con un Brent a 62,5 euros, es decir un 30% de aumento en media anual.

 

Esta medida de impacto, siendo más apropiada que en dólares, tampoco es la más correcta pues el precio del petróleo, como el de la vivienda, los salarios o las pensiones, hay que medirlo en términos “reales”, es decir descontando la inflación general que sufre la economía, pues 100 euros o 100 dólares hoy no tienen el mismo poder de compra que hace 5 ó 10 años. En el Gráfico 3 presento de nuevo el precio del barril en euros corrientes y lo comparo con ese mismo precio en términos reales, es decir, dividido por el IPC. La subida de los últimos meses ha sido un 2% menor (pues el IPC acumulado no ha sido muy elevado), pero estamos un 30% por debajo del nivel real del máximo de 2008. Para alcanzar ese máximo en euros constantes, dado nuestro tipo de cambio actual, el barril debería llegar a los 112 $. Estamos muy lejos de esos niveles.

Transmisión a la economía

Lo primero que debemos entender es que, para un país importador, una subida del precio del petróleo es una transferencia de renta a los países productores o, dicho de otra forma, un empobrecimiento de nuestro país. El saldo energético de nuestro país se sitúa en los 25.000 millones de euros, por lo que una subida del precio (en euros) de un 30% en media anual podría elevar el saldo a unos 33.000 millones, un aumento de unos 8.000 millones. Este es el empobrecimiento que sufriría nuestro país, el llamado impacto de “primera ronda” y que supone una caída del PIB real, del empleo, del consumo y de la inversión. Tratar de “evitar” este empobrecimiento es imposible, salvo que el país se embarcara en una fuerte campaña de ahorro y eficiencia energética, algo difícil de implementar a corto plazo y con un nivel de popularidad escaso. Técnicamente, una subida del precio del petróleo importado es un “choque de oferta agregado”, lo que se traduce en menos crecimiento económico, menos creación de empleo, más paro y más inflación. El impacto será mayor cuanto más dependiente sea la economía de la energía importada.

En la tabla a continuación presento, con datos de 2015, el “grado de dependencia energética” de los principales países europeos, medido como porcentaje de sus necesidades energéticas que son importadas del exterior. Está claro que, pese a su esfuerzo en energías renovables, España presenta un elevado grado de dependencia energética, por el peso del transporte por carretera y avión, tanto de sus mercancías como pasajeros.

ste ranking explica por qué a España le benefician relativamente más que a otros países las bajadas del precio del petróleo, como en 2015-16, y le perjudica especialmente las subidas del precio, como está ocurriendo en la actualidad.

Pero, además de este impacto ineludible de primera ronda, se encuentran los “impactos de segunda ronda”, que básicamente surgen cuando los agentes económicos, empresarios y trabajadores, intentan no sufrir ese empobrecimiento (mayores costes para unos y menor capacidad adquisitiva para otros) y se embarcan en subidas de precios y salarios, que añaden más inflación y más pérdida de competitividad a nuestra  economía, agravando su empobrecimiento. La experiencia española sugiere que estos impactos de segunda ronda no son tan elevados como los que tenían lugar en el pasado, pues la economía es más flexible y la “intensidad energética” (uso de energía por unidad de producto) se ha reducido, aunque algo menos que en el resto de los países. Además, las expectativas de inflación se han reducido sustancialmente, por la labor de los diferentes bancos centrales. Pese a ello, diferentes estudios señalan que los impactos tanto inflacionistas como sobre el PIB real pueden ser significativos y de una duración superior a los dos años.

Que España reduzca su dependencia energética debe ser un objetivo compartido por todos los partidos políticos. Hace unas semanas propuse un Pacto Energético con la electrificación y el ahorro energético como sus dos pilares básicos. Ojalá la subida del precio del petróleo suponga un aliciente para dicho pacto. En ese caso podríamos convertir una mala noticia económica transitoria en una buena noticia con carácter permanente. 

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