¿Por qué es necesaria una política de expansión económica en Europa?

27.08.2014 10:42

A veces reiteramos tanto las grandes líneas argumentales de nuestro pensamiento – especialmente visible en el ámbito de la economía - que olvidamos enunciar los principios básicos que lo crearon. No es extraño que el científico, ensimismado en su laboratorio, pase por alto los pequeños detalles de su investigación, absorto en la complejidad de la metodología.

En el caso que nos ocupa hoy, los argumentos que podríamos ofrecer para defender la imperativa necesidad de implementar políticas de crecimiento económico, solo son comparables a los que en su día se utilizaron para justificar políticas de austeridad fiscal.

Sin embargo, que nadie crea que los que ahora abogan por la expansión se mueven guiados por un ramplón oportunismo, tratando de ganar militancia para echar un exitoso pulso a los que aún continúan enrocados en el rigor presupuestario. Solo se trata de invertir el orden de las prioridades cuando toca.

El asunto que más preocupa en estos momentos a un nutrido grupo de economistas es la nada despreciable posibilidad de que Europa no pueda escapar al azote deflacionario, invadiendo la mayor parte de su espacio económico y dinamitando los teóricos esquemas que habían pronosticado una fase de reactivación del consumo.

Un proceso deflacionario puede ser  tan destructivo, que macro y microeconomía podrían acabar engullidos por un torbellino extremadamente violento y con pocos conductos de escape por la inexistencia de una terapia precisa, tal como vimos no hace mucho en Japón.

En un momento en que se dispara la deuda de no pocos estados de la unión económica y monetaria y que las empresas aún no disponen de márgenes cómodos para intervenir en el  proceso de formación de precios – por citar dos elementos significativos en el estatus económico europeo – la sola amenaza de la deflación ya supone consecuencias indeseables.

Ahí se ubica el lugar exacto donde los GPS´s de no pocos economistas han situado las recientes palabras de Mario Draghi reconociendo los límites de la política monetaria y apelando a una política fiscal coordinada para cerrar el paso a cualquier incursión deflacionista y declarando la guerra total al desempleo.

Esto no significa en absoluto cuestionar la benigna naturaleza de las medidas que procuran sanear el subsuelo estructural de las economías, pero advierte de que es inexcusable manejar con extrema destreza las alquimias más apropiadas en cada fase del ciclo.

Cuando Europa tomó contacto, aproximadamente hace una década, con los riesgos asociados a los déficit galopantes en varios de sus estados, aún no se había detectado síntoma alguno de deflación en el viejo continente. Hoy, este riesgo, ya es algo más que una amenaza.

Algunos líderes europeos, herederos de una legendaria ortodoxia, todavía mantienen la vía de la austeridad como la piedra filosofal  que garantiza de por vida una economía sana y sostenible. Sin lugar a dudas, imbuidos por su doctrina, estos líderes no han advertido el nuevo panorama legado por el dinamismo de una realidad tan cambiante y azarosa como la que esparce la libre economía de mercado.

Ahora, el tiempo vital de Europa exige un cambio de paso hacia políticas económicas notablemente más expansivas.

Llegados a este punto, quizá convendría recordar que las recientes tasas de crecimiento registradas por la economía española, todavía son tan tímidas y asentadas en bases tan difusas que sería un error infantil dar por hecha una recuperación irreversible. Esto puede ser particularmente cierto cuando el entorno más próximo ha reducido escandalosamente su velocidad de crucero, sin que todavía tengamos noticias relevantes sobre el alcance del viraje.