SI NO TE CORROMPES, NO TE VOTO

16.03.2016 13:04

Puede parecerte exagerado, pero un servidor cree que las cosas van por ahí.

-          ‘¡Si quieres que te vote, haz el favor de corromperte!’

En algún lugar he leído u oído recientemente que uno tendría que sentir miedo al salir a la calle teniendo la certeza de que, inevitablemente, vas a compartir acera con uno de esos 7,5 millones de ciudadanos que votó corrupción en las últimas elecciones.

No sé por qué tengo la impresión de que tal afirmación es una generosa interpretación de este asunto. Un servidor no sale a la calle con miedo, sale con terror, convencido de que el universo que votó corrupción el pasado 20-D no se limitó a 7,5 millones de ciudadanos sino a casi 24 millones.

-          ¡Oiga, que eso fue todo el personal que pasó por el cofre!

-          Pues por eso mismo salgo aterrado a la calle, sea a pasear o a sacar el perro. Solo la posibilidad de cruzarme conmigo mismo, ya me hiela la sangre.

Vean: si uno se toma la muy entretenida molestia de ojear la historia de España a lo largo de la última centuria – solo 100 años – entenderemos sin dificultades por qué la corrupción forma parte de nuestra esencia. Ello me llevará a hablar de este asunto en un tono muy comedido.

-               ¿No te acuerdas de aquel día que le regalaste un jamón al bedel de la facultad para que te diera la nota de Estadística antes de que la colgara en el tablón?

-          ¡Caray!, pues es verdad, ya no me acordaba ¡Bueno, pero eso es otra cosa!

Eso es otra cosa’, es como nuestra frase hecha, como la muletilla de la que no podemos prescindir en nuestra coloquial oratoria.   

Creo que alguna vez ya os he hablado de mi cuñada la danesa. Como quiera que Dinamarca es, al parecer, el último país del mundo pringado por la corrupción, he tenido el impulso natural de preguntar a tan honrada ciudadana, cómo se lo hacen los daneses para no meter la cuchara en cocido ajeno. Con un gracejo inesperado, al más depurado casticismo madrileño, me respondió: ´es que en Dinamarca no tenemos cocido´. Asunto zanjado.

Vean cómo hay cosas de las que es mejor pasar de puntillas, sin hacer demasiado ruido.

¿Estoy defendiendo la corrupción? No, nada más lejos de mi intención, simplemente estoy tratando de relatarles aspectos no del todo ajenos a la cotidianidad de los mortales.

-          ¿Usted cree que habrá alguien libre de pecado?

-          Pues no lo sé, Cristo lo dudó.

-          Todo eso está muy bien como moralina pero, ¿sabe usted qué pasa aquí?

-          Dígame.

-          Pues que aquí no se mete la cuchara en cocido ajeno, aquí se mete hasta el cazo. Los corruptos de verdad no se conforman con los garbanzos, también quieren zamparse los tropezones.

Pues igual tiene razón nuestro imaginario contertulio. El caso es que un servidor nunca ha sabido bien qué diferencia hay entre los corruptos de verdad y los de mentira.

-          Supongo que eso depende del hambre que se tenga.