TODOS LOS HERMANOS ERAN MALOS

29.09.2016 16:16

Era una enorme familia con un montón de hermanos y, aunque unos hermanos eran peores que otros, todos ellos eran malísimos. El mismísimo Satanás hubiera empalidecido al contemplar tal cúmulo de perversión. Es verdad que los hermanos tuvieron formidables maestros de quienes aprendieron la malicia en estado puro. Abuelos, padres y demás ralea pseudosocialista se encargaron de alumbrar tantísima maldad.

¡Qué malos son estos chicos y estas chicas del PSOE! ¿Qué harán ahora los diputados y las diputadas socialistos y socialistas?, ¿a quiénes votarán ahora los ciudadanos y las ciudadanas de este país que antes votaban a los disputados y a las diputadas socialistos y socialistas?

Me estrujo la cabeza sobre cómo podremos intentar digerir este esperpento escenificado por el Partido Socialista Obrero Español, de cuyas siglas me han dicho que solo le queda la ‘E’. La leyenda cuenta que primero perdió la ‘O’, que después se cayó la ‘S’ y ahora dice que acaba de perder la ‘P’. El PSOE ya no es, ha dejado de existir. No hay ontología posible que trate sobre este no ser. En lo sucesivo, hablaremos de un fantasma ‘E’spañol.

No hace mucho, desde estas páginas, un servidor, despedía entre vítores al centenario socialismo de Pablo Iglesias: “El PSOE ha muerto, viva el PSOE”, dije. El suicidio fue la fórmula elegida para acabar con 137 años de trajinada historia.

Poder, deslealtad, oportunismo, intereses, venganza, ignorancia, fracasos, sorpassos varios y quién sabe cuántas inmundicias más acabaron con el faro de la socialdemocracia española.

¡Qué más da!, al final, el muerto al hoyo y el vivo el bollo.

Y aquí, ¿quién es el vivo?

Nadie, todos murieron en este suicidio colectivo.

Cuando un servidor se refería a la necesaria catarsis socialista, nunca pensó que la purificación se haría a través de tan cruento ritual. Todos los hermanos fueron malos, sí, hasta para escoger una manera tan indigna de morir.

Al funeral van, con semblantes compungidos por la pena y el dolor, aquellos que, desde la más desleal oposición, se cuchichean al oído con impúdica sinceridad: ‘¡Ya era hora!’.

Mientras, el patrón de Santiago, que cada vez se ve más cerca de La Moncloa, diligentemente da el pésame a la desconsolada y solitaria ‘E’ a la vez que sus ojos derraman gruesas lágrimas, no se sabe si de felicidad o por alguna alergia.  

Pero en esta triste historia, no todos murieron con la misma alquimia que trasmuta política por indignidad. Unos murieron como indignos héroes y otros como indignos traidores.

Cuentan que el mejor asesor de Julio César, el hispano Lucio Cornelio Balbo, preguntó al dictador romano por qué se estremecía cuando le hablaban de héroes entre los mejores centuriones de su milicia. Esto respondió César: Una línea invisible separa el heroísmo de la traición.

Hoy, a buen seguro que la contumaz izquierda española alberga mejor recuerdo de los centuriones que trataron de evitar un gobierno rajoniano, que de los que vetaron unas terceras elecciones para librar al partido de males mayores. Metidos en este jaleo, me temo que España daba igual. Solo el tiempo dirimirá quienes fueron los héroes y quienes los traidores.

Un servidor, pese a intentar mantenerse equidistante en esta disputa fratricida, tiende a mirar con mayor indulgencia al acorralado Pedro Sánchez que a la marabunta ‘dinosáurica’ y periférica del ex partido. A la postre, la descomposición del PSOE empezó mucho antes de que se tuvieran noticias de la existencia de Sánchez y de la mano de quienes ahora le arrojan a los perros.  

Como hemos dicho, la catarsis terminó en suicidio y ya nada podrá evitar nuevas y mayores debacles electorales de una fantasmal ‘E’ que, con peor suerte que los seis personajes de Pirandello, sola, buscará un autor que reescriba su historia.  

La suerte, la mala suerte, está echada.