UN PAÍS DE CIRCO

16.10.2015 22:05

Hace tiempo que un servidor sospechaba que vivimos en un país de circo en el que cada uno trata de encontrar su papel, una habilidad excepcional con la que entretener al gran público. No resulta fácil, el circo es para los que saben hacer cualquier cosa que no sabe hacer el común de los mortales.

Esta semana, el circo ha venido hasta nosotros disfrazado de su versión más esperpéntica. El video del Gobierno del señor Rajoy, interpretado por sanitarios afanados en reanimar a pacientes moribundos, o el estrépito que escoltó al señor Mas de camino al Tribunal Superior de Justicia, parecen hechos a la medida de un espectáculo burdamente grotesco.

Y ahí tenemos a un Gobierno orgulloso de ejemplarizar mediante una tosca escenografía, a la vez que el Molt Honorable President nos lleva en volandas a una superproducción cinematográfica en la que los extras se cuentan por centenares.

¿De verdad es necesario tanto ruido para llamar la atención de los ciudadanos? ¿Acaso millones de parados, miles de desahuciados y otros damnificados por la crisis, merecen semejante trato?

¿No parece esto más propio de un ridículo espectáculo seudocircense que de representantes de las más altas instituciones del Estado?

Nuestro Perplejo Espectador se pregunta si podemos esperar algo más de una clase política, cuyos principales actores son capaces de encabezar hordas de tan formidables farsas sin sonrojo.

¿Tan pésimo concepto tienen Rajoy y Mas de sus  conciudadanos como para devastarles con semejantes bodrios? o quizá sea que en tan pocos recursos se condesan las habilidades de tan ilustres personajes.

Nosotros, los que decidimos una parte importante del futuro del país para los próximos cuatro años, tal vez deberíamos plantearnos cambiar votos por certificados de excelencia política. ¡Sí, ya sé!, seguro que habría más votos que excelencia.