Un santo inesperado

25.08.2014 18:21

El otro día - en un inexplicable ataque de profesa devoción - don Nadie estuvo echando un vistazo al santoral y quedó sorprendido por la interminable nónima de santos que figuran en tan venerable lista y que él ignoraba absolutamente. ¿Qué decir de San Drogón de Sebourg o San Drausio de Soissons?

Entrado en tan reconfortante - ¿inquietante? - materia, don Nadie se preguntó por qué, puestos a buscar nombres de santos, no buscar el de San Draghi, patrón de los héroes nonatos. 

¡Qué bueno sería un santo así en estos tiempos de herejía económica!, se dijo don Nadie.

Don Nadie cayó en la cuenta, tras examinar minuciosamente el santoral, de que entre tanto santo no figuraba el nombre del santo que él andaba buscando.

¡Pues no hay más remedio que añadirlo!, exclamó.

Don Nadie cree que en tiempos de tanto sofisma, de tanto diablillo suelto que se afana en martirizar a las gentes con sobredosis de variopinta crueldad, es urgente apelar a un salvador que nos abra paso entre las penumbras y nos devuelva a la luz.

Ya ven ustedes, mientras algunos infieles disfrazados de santurrones, paseaban ayer por la Plaza del Obradoiro repartiendo palos y caduca doctrina, un santo inesperado puede que nos regrese a la verdadera fe.

¿Quién hubiera imaginado en el no muy lejano pasado, cuando Europa era un santuario de virtudes, que el mismísimo Banco Central encabezaría la cruzada contra el empobrecimiento?

Por su parte, los diablillos – unos con más pedigrí que otros – continúan defendiendo con delirante convicción su vieja ortodoxia del rigor fiscal, ignorando, contra la evidencia, que el mundo cambia, que el descenso a los infiernos quema y envilece y, sobre todo, que los mercados están dispuestos a tolerar una permuta entre razonables dosis de déficit por un poco más de crecimiento. "No hay virtud sin pecado..."

Tal vez habría que explicar al señor Rajoy que Alemana anda mendigando nuevas amistades, ahora que Francia e Italia manifiestan claros síntomas de rebelión. 

Que así sea.

FIN