A NIKA

20.04.2020 09:50

Todavía recuerdo como si fuera hoy, el indescriptible dolor que nos asoló cuando despedimos a nuestra queridísima Katia por última vez. Iba a emprender su viaje más largo. Solo tres años después, la vida nos reservaba el mismo trance y el dolor dormido despertó súbitamente con toda la fuerza que podáis imaginar.
Ahora volvemos a sentir el mismo ahogo, como si nos faltase el aire para respirar. Se nos ha ido Nika y volvemos a rememorar el mismo dolor.

Nos propusimos descubrir a Nika una cara más amable de la vida, una vida sin barrotes, sin comida compartida, una vida con más luces que penumbras. A cambio la pedimos que nos sombreara la inmensa estela de dolor que nos dejó la marcha de Katia. Se las arregló para entrar por la puerta grande de nuestro corazón, sin contrapartidas. Todo lo mejor que tuvo durante estos pocos años con nosotros, fue un premio del azar. Nika nunca nos pidió nada.
Y solo el azar puede dar tanto por tan poco.

Abarrotó de color nuestro pequeño hogar con sus vivarachos ojos azules (un ojo más azul que el otro), con sus ladridos y piruetas de incontenido entusiasmo cuando tocaba salir a la calle, con su mirada clavada en la nuestra con unos ojos que parecían escapar de sus órbitas … Nuestra cotidiana rutina era como una gran fiesta para ella.

Muy gradualmente, Nika había logrado rellenar la sima excavada por la ausencia de Katia. Lo hizo con una imperceptible discreción, con una impecable elegancia. No sé cómo, pero Nika sabía que no se trataba de borrar el recuerdo de Katia, de reemplazarla, sabía que su tarea era mucho más sutil, que debía reivindicarse a sí misma sin más ayuda que la que ella misma pudiera proporcionarse. Nosotros nos limitábamos a ser testigos mudos de su gigantesca, casi milagrosa, tarea: debía recomponer dos almas en orfandad … y lo logró.

Sé muy bien que vosotros, quienes estáis leyendo estas líneas, conocéis de primera mano el sentido de estas palabras porque la travesía que supone el dolor de una ausencia, también os resulta familiar.
Por eso es innecesario que trate de convenceros de que a un peludete se le puede querer tanto como a una persona. Estoy seguro de que lo sabéis mejor que yo y eso nos libera de rubor. Egoístamente, ello nos alienta porque nos permite compartir este caos de sentimientos, contar con vuestra compañía en estos días tan difíciles. El tiempo debe hacer el resto.

Desde el pasado jueves, mi compinche y yo, volvemos a ser dos almas un poco perdidas, pero todavía no es el momento de pensar si en el futuro nos procuraremos un nuevo milagro. En estos tiempos de extraordinaria zozobra, vos y nos bastante tenemos con sobrevivir al día a día.
Gracias por permitirnos compartir con vosotros este pequeño homenaje a un ser celestial que tratamos de darle lo mejor de nosotros durante el poco tiempo que la vida nos dejó.

Nika siempre estará con nosotros.