A RISETAS

12.07.2016 14:27

Hoy me he enterado de que ya no estás entre nosotros, mi querido amigo.

Como siempre pasa cuando te dan estas noticias, todos los recuerdos se te vienen de golpe a la cabeza.

Recuerdo que tú fuiste una de las primeras caras que conocí en Bell-Lloc. Al poco de llegar al pueblo, un buen día viniste corriendo a nosotros con tu pequeño cuerpecillo color canela, con tu cara de tremendo travieso y, poniéndote patas arriba, solo nos mendigaste unas pocas caricias.

No te importó que no te diéramos comida (no teníamos nada que darte en ese momento), solo querías una pequeña muestra de afecto, con eso te bastaba. Tu cola, también de color canela, terminada en un minúsculo círculo blanco como si fuera un pequeño pirulí, se movía a toda velocidad cuando pasábamos la mano por tu blanca barriga. Por un poco de afecto, tú dabas casi la vida.

Y detrás de ti, siempre detrás de ti, iba tu compañera del alma, tu alumna a quien le enseñaste todo lo que sabe. “La cojita”, así se llama esa perra fiel, la que ahora has dejado sola, perdida. Me han dicho que “La Cojita” sigue detrás de ti, pero ahora no te puede ver. Me han dicho que “La Cojita” ha dejado de comer, mientras te busca por cada rincón del pueblo por donde siempre zascandileabais juntos. Me han dicho que “La Cojita” está como perdida, como si ya no quisiera vivir. Si no te puede ver,  “La Cojita” se quiere morir. Ella no sabe que nunca más te volverá a ver pero, en su más profundo interior, algo le dice que ya no merece la pena vivir.

Un mal día, uno de esos malos días que alguna vez nos toca, te llevó un coche por delante. Siempre creíamos que eso podía pasar, pero tú siempre nos demostrabas que tus acrobáticas piruetas bastaban de sobra para salvarte de una mala rueda.Te hiciste mayor, el frío y el calor a la intemperie, cada vez dejaban más surcos en  tu pequeño cuerpecillo color canela y ese maldito día, tus piruetas ya no bastaron para esquivar a la muerte.

¿Cómo voy a acostumbrarme a no verte todas las mañanas, cuando os llevaba un poco de comida a ti y a “La Cojita” a vuestro pequeño rincón callejero de siempre? En invierno, estabais pegados el uno al otro, como un ovillo, dándoos calor y en verano, a no más de medio metro el uno del otro, siempre cuidándoos con una ternura, casi imposible en un mundo distinto al vuestro.

¿Qué va a ser de “La Cojita” sin ti? ¿Qué va a se de nosotros sin ti?

No olvidaremos tus dientecillos salidos un poco para fuera, como si siempre estuvieran sonriendo a tu perra vida. Quizá por ello te llamaban “Risetas”. Siempre te llevaré en mi corazón, donde hoy se ha abierto una inmensa brecha. Nunca podré olvidarte, mi muy querido amigo.