CORRUPCIÓN, MENTIRAS Y BRONCA

25.02.2015 11:17

Cada interviniente parecía más preocupado por arrimarse algunos votos que por debatir sobre las cosas que importan a los ciudadanos. Creíamos que este era el objetivo primordial de la más esperada cita parlamentaria del año.

Sin apenas espacio para otras cosas, pasábamos de la España de los logros económicos y de la locomotora europea a la España del filibusterismo, la mentira y la corrupción. Después de la primera jornada del debate sobre el Estado de la Nación, nadie podría decir cabalmente que sus señorías estaban describiendo el mismo país.

¡Política, solo política!

Sin solución de continuidad, brincábamos del triunfalismo rajoniano al rapapolvo del resto. El espectador, cualquier espectador, trataba de sacar algún provecho de tan enervado debate.

Un servidor siempre ha creído que Rajoy dio por concluida la legislatura cuando eludió la intervención soberana del país. Lejos de ello, ese trascendental hecho debería haber supuesto el banderazo de salida a la política más genuina del Gobierno popular. En cierto modo, así fue.

Justo sería reconocer a Rajoy el mérito de haber evitado a los ciudadanos la tortura del ‘auxilio’ europeo si no fuera porque ese logro correspondió a la milagrosa alquimia de Mario Draghi. Por lo demás, a grandes rasgos, la política de Rajoy ha venido marcada por una sucesión de errores, posiblemente muchos de ellos derivados de las tentaciones absolutistas de su mayoría parlamentaria.

Rajoy ha cerrado el oído a todas las voces ajenas a su ideario y jamás ha bajado al ruedo de la calle para ver los efectos de su política económica y social. Por ahí, se comienza a perder el crédito de los ciudadanos.

Tampoco - como ha pretendido hacernos creer - su Gobierno ha logrado corregir los principales desequilibrios económicos del país ni el anterior Gobierno socialista fue el culpable exclusivo de una crisis que surgió en el escenario exterior.

La creciente desigualdad en el reparto de los bienes, el aumento de la pobreza extrema, la generación de un empleo de pésima calidad, la intolerable tasa de paro, el alarmante crecimiento de la deuda, la pérdida de derechos fundamentales, la insoportable judicialización de la actividad política y la sensación de que la corrupción lo invade todo, constituye una pequeña muestra de que el país tiene más de amarga cicuta que de exquisita ambrosía.

El presidente del Gobierno continúa confundiendo economía financiera con economía real. Sin embargo, la ilimitada voracidad del orbe financiero ha introducido un abismo entre ambos conceptos. Ya no hay margen para el reparto.

Ni siquiera la mejora macroeconómica, reconocida por no pocos analistas, tiene un reflejo proporcional sobre la economía de los hogares debido a la distribución crecientemente asimétrica de la riqueza.

En definitiva, el ensimismamiento de Rajoy en su acción política le ha obstruido la perspectiva de todo aquello que pulula a pocos centímetros de sí mismo.

¿Y el resto? ¿A qué se dedicó la oposición?

 Simplemente se limitó a hacer una colectiva declaración de guerra contra el envanecido Rajoy.

¡Todos contra uno y uno contra todos!

Nada de esto nos sorprendió. La contienda estaba servida de antemano, con las urnas perfilándose en el muy próximo horizonte electoral.

Puestos a 'mitinear' a más de uno nos hubiera gustado escuchar propuestas, pequeños adelantos programáticos o cosas semejantes, pero la bronca se instaló en los escaños.

¡Mentiroso, corrupto!

¡El corrupto lo serás tú!

Nada nuevo bajo el firmamento del Congreso de los Diputados.