CRISIS PARA MUCHO, MUCHO RATO

28.11.2014 17:59

Desde 2007 hemos oído todo tipo de versiones sobre la hoja de ruta de la crisis económica. Primero, corrieron las amenazas que apuntaban a la inevitabilidad de la crisis. Después, la crisis llegó. Más tarde, escuchamos que estábamos saliendo de la crisis y, recientemente, hemos oído que España es la locomotora de Europa.

¿Ocho años dan para tanto?

Algunos tenemos la sensación de que en la travesía de este largo camino hemos perdido la oportunidad  para poner en orden la economía del país.

Podríamos decir - condensando mucho los últimos ocho años de nuestra historia - que si la administración Zapatero admitió tardíamente la llegada de la crisis, la administración Rajoy adelantó prematuramente el final de la misma. Entretanto, la crisis recorre su camino ajena a las sutilezas políticas.

Los efectos de sendos ‘errores’ en la percepción de la coyuntura han sido igualmente nocivos. Las medidas de Zapatero llegaron demasiado tarde y las de Rajoy demasiado pronto. En ambos casos hubo mucha terapia de economía financiera y poca de economía real.

La sucesión de equívocos deliberados me persuade de que la verdadera salida de la crisis está inexorablemente condenada a más años de esfuerzo y sufrimiento.

La realidad, por mucho que nos afanemos en enmascararla, es una e intransferible: la economía real está anémica y la economía financiera no está dispuesta a robustecerla, a menos que se la obligue.

Este sobrio escenario subraya la importancia de la política monetaria de Mario Draghi, más aún si consideramos que Bruselas continúa enrocada en sus anacrónicas advertencias y los gobiernos nacionales enfrascados en sus habituales cuitas políticas.

En España, las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo y las generales de noviembre dan por concluida esta legislatura a efectos de eficiencia económica. El Gobierno insistirá en sus logros, cuidándose mucho de dar una nueva vuelta de tuerca a su política económica. Por su parte, el PSOE atizará el fuego de la crisis para debilitar en lo posible a su principal adversario político. Esto es lo que debemos esperar en los próximos 12 meses además -¡cómo no! – de la inevitable chistera que cobija al muy clásico conejo electoral.

 Este panorama se completa con uno nuevo invitado en el escenario político con el que no se contaba hace unos pocos meses. Ahí está Podemos, capitalizando las debilidades de las “castas” mientras modula un programa económico tan respetable como inasumible. Al menos, genera ilusión. Es de agradecer.

Uno tiene la sórdida impresión de que este horizonte, aquí descrito, apenas deja margen para la esperanza.

No es cierto, sí la hay. Un poco más arriba apuntábamos que el presidente del Banco Central Europeo (BCE) tiene las claves para desenredar este enmarañado ovillo económico y financiero que sigue siendo la eurozona y cada uno de sus estados.

Estoy resueltamente convencido de que el presidente del  BCE es el único activo relevante del euro que sabe interpretar correctamente el papel que toca jugar en cada momento, ideando una milagrosa alquimia de rigor, sensatez y sentido común.

Antes que nada, Draghi representa un cambio intelectual en el quehacer de la política monetaria del BCE, abrazando un eclecticismo práctico y desasiendo el fundamentalismo decimonónico. Contra viento y marea ha llevado a cabo inteligentemente un necesario e inaplazable relevo generacional en el BCE pese a formar parte de la misma generación. Casi la cuadratura del círculo.