El laboratorio de Bruselas

24.01.2014 11:10

 

Era innegable que el enfermo estaba muy enfermo. Su gravedad aconsejaba un tratamiento de choque. Había que decidir si se podía restablecer mediante una terapia no quirúrgica o precisaba del quirófano.

Las autoridades del hospital - no todos médicos - pensaron que sería bueno poner el laboratorio al servicio de los especialistas para descubrir la receta magistral que sanara al enfermo. Tras varios meses de trabajo sistemático, a algún virtuoso del equipo médico se le ocurrió decir: "este muerto está muy mejorado".

 Esta introducción bien serviría para definir la breve historia de la Europa del sur frente al caótico laboratorio de Bruselas bajo la tutela de ciertos países de la Europa nuclear. 

A la tragedia griega se sumó el drama portugués, español o italiano, esta vez muy ajenos al ingenio de Esquilo, Sófocles y Eurípides. En esta ocasión, los autores de la tragedia no procedían de la vieja Hélade sino de un centro de poder mucho más reciente, situado en el mismo corazón de la nueva Europa.

Alemania, legitimada por su secular capacidad de liderazgo, llevó a la periferia meridional sus formidables recetas económicas del mismo modo que en el año 2003 Occidente quiso implantar su dominante cultura en Irak. No obstante, al igual que sucediera en Irak, el resultado no pudo ser más devastador. Las culturas, gestadas desde los albores de la historia, no son intercambiables como cromos infantiles.

Mientras, la incuestionada subordinación de los gobiernos del sur a la cruel terapia del norte, asistía inerme al denigrante espectáculo que agravaría aún más la salud del enfermo hasta llevarlo a moribundo.

Había que reducir el déficit público tan rápidamente que las consecuencias no podían ser otras que las que están a la vista: un desempleo fuera de control que imposibilitará la recuperación del pulso económico durante muchos años.

La Encuesta de la Población Activa divulgada ayer en España, ilustra sobre las consecuencias de esta terapia irracional, sólo enfocada a tranquilizar los temores de la voraz élite financiera.

La terapia no estaba mal ideada, en absoluto, pero los fármacos suelen ser letales si se suministran en dosis muy elevadas o de una sola vez.

Y en este desolador escenario, solo el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quiso apagar el gigantesco incendio que durante meses amenazó la supervivencia del muy loable proyecto europeo. Ojalá perdure su éxito.
Y ahora, en este escenario que muy bien podría calificarse de grotesco si no fuera por el profundo respeto que nos inspira la estela de sufrimiento dejada por tanto desafuero, algunos doctores iluminados nos hablan de tasas inaceptables de paro en España. El Perplejo Espectador no sabría decir si queda más estupefacto que irritado.


- Su artículo, señor Espectador, encaja con los cánones de lo "políticamente incorrecto".
- No siempre se puede ser correcto, respondió nuestro personaje.