EL PSOE HA MUERTO, ¡VIVA EL PSOE!

20.07.2016 19:19

‘El rey ha muerto, ¡viva el rey!’

La frase se hizo clásica a partir de la Inglaterra del Siglo XIII y la Francia del Siglo XV pero, obviamente, no en referencia a nuestro socialismo centenario sino con ocasión de la sucesión a los tronos de sus respectivos monarcas, Enrique III y Carlos VI.

Aquí, en España, con este casticismo bufón y, a veces, despiadado que nos caracteriza, solemos decir algo así como, ‘a rey muerto, rey puesto’ o dicho de un modo más caústico, ‘el muerto al hoyo y el vivo al bollo’. Esta expresión permuta nobleza por vulgo. Ya ven, hay para todos.

Pues bien, hoy la cosa no va ni de nobles ni de plebeyos, que nuestro asunto va de Partido Socialista Obrero Español.

Corría el año 1979 cuando el PSOE ya había decidido iniciar su largo camino hacia la defunción. Felipe González propuso fallidamente primar el socialismo sobre el marxismo. Pese a su inicial fracaso, tanto era su tirón que logró trasmutar para siempre el espíritu del viejo partido fundado por el irreductible marxista Pablo Iglesias. Después, con cada nuevo líder del PSOE, la esencia socialista fue perdiendo graduación, como si se tratara de vino mezclado con agua.

Poco a poco vamos llegando hasta Pedro Sánchez que, según este servidor, parece más empeñado en disputar el liderazgo de la derecha socialdemócrata a cualquier socialista que se cruce en su camino que a buscar las cosquillas a Rajoy para intentar arrebatarle La Moncloa.

Hasta tal punto se consuma la descomposición socialista que hasta el decrépito Rajoy, sigue ampliando su ventaja sobre el PSOE en tantas elecciones como se quieran convocar. La cosa parece seria puesto que hasta los jueces de meta han decido enterrar, sine die, el uso de la foto finish.

El de Santiago de Compostela tiene a gala jactarse de su auténtica esencia política. Para él, ser de derechas es motivo de grandísimo orgullo, algo así como las credenciales que se llevan tatuadas en las vísceras. Muy al revés, para Sánchez, el socialismo es como un pesado lastre, como la horrenda tara física que es necesario esconder hasta pasarla inadvertida en este sistema mega neoliberal.

Consecuencia de ello es que la militancia del Partido Popular se asemejaría a la hinchada futbolera que se identifica con su estrella porque siente los colores de su muy amado club. La militancia del PSOE, en cambio, solo ve en su líder un personaje mustio y descolorido que apenas representa sus anhelos políticos y con quien resulta muy difícil identificarse.

Las bases electorales de uno y otro partido son la prueba inequívoca de la evolución de ambas formaciones políticas ante las urnas. Aunque todavía lejos de sus mejores tiempos, el voto leal del PP saca pecho con cada nueva convocatoria electoral, mientras el del PSOE languidece, da síntomas, una y otra vez, de padecer una grave enfermedad.

Tal vez haya llegado la hora de afrontar la enésima catarsis o la eternamente aplazada refundación socialista. En el PSOE, las caras nuevas nunca han logrado revitalizar el viejo espíritu socialista porque, con cada proceso de renovación, apenas ha quedado socialismo que revitalizar. Hoy, el socialismo español es como una entelequia, como la grotesca caricatura de un agonizante ave Fénix que solo confía en sus cenizas para resucitar. Quizá demasiada fragmentación doctrinal entre el aparato central y la periferia.

Pero en un sentido muy distinto a la larga parálisis evolutiva del aparato político del PSOE, el socialismo de base sí ha experimentado una visible transformación desde que el país emprendiera el proceso de la transición política. El 'socialismo callejero' ha sabido transfigurarse, reciclando sus viejos estigmas hacia una concepción razonablemente adaptada al sistema capitalista sin renunciar, por ello, a sus grandes principios doctrinales. Hace muchos años que ese socialismo callejero echa de menos una cara reconocible al frente de sus convicciones más irrenunciables.

Es más, tras el resultado electoral del 26 de junio, un servidor tiende a creer que Podemos ha experimentado un proceso parecido al del PSOE, aunque en un tiempo record de solo seis meses. Para ello, solo bastó que Pablo Iglesias hiciera alarde de su vetustísimo espíritu socialdemócrata. La historia se repite con otras siglas.

Hace unos cuantos años me contó el Perplejo Espectador que, siendo él alumno de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, tuvo la oportunidad de conocer en Madrid a unos colegas estadounidenses que cursaban los mismos estudios al otro lado del Atlántico.

En aquellos años (1980), Ronald Reagan aspiró con éxito a la presidencia de los Estados Unidos.

Tras las elecciones de ese mismo año, nuestro Espectador sondeó entre algunos de los alumnos estadounidenses su opinión sobre el triunfo de Reagan.Todos ellos, sin excepción, mostraron su entusiasmo por la victoria del republicano. El Espectador, siempre recordará la respuesta de uno de estos estudiantes: “Estados Unidos es un país fuerte que necesita un presidente fuerte”.

En aquel momento nuestro Espectador entendió que la política también era una cuestión de músculos. Pues bien, un servidor tiende a creer que, desde Felipe González hasta nuestros días, los líderes del PSOE apenas han pasado por el gimnasio. Quizá les falta musculatura política.