EL TORO POR LOS CUERNOS

30.11.2015 12:22

Cuentan algunos antropólogos que ciertas tribus celtas (los Taurisci), acostumbraban a capturar  a los toros por los cuernos para impregnarse de las más estimadas atribuciones que asignaban a estos animales, no otras que la fuerza y el valor.

En estos tiempos electorales, el Perplejo Espectador echa en falta un compromiso firme del presidente del Gobierno para poner coto a la corrupción. Uno tiende a creer, tal vez con cierta candidez, que Mariano Rajoy y sus asesores analizan puntual y minuciosamente la estrategia del partido en toda circunstancia, más aún cuando las urnas merodean el horizonte próximo. Si es así, ¿qué cosa no ve la estrategia del Partido Popular que sí ve el sentido común de los ciudadanos?

Es cierto que el electorado español tiende a ser compasivo con los errores de sus políticos al mismo tiempo que no parece gozar de una memoria especialmente dotada. Sin duda, tales características prolongan la vida política de quienes, a menudo, olvidan que el decoro no debe ser incompatible con el ejercicio de la cosa pública. Los episodios de corrupción - supuesta o manifiesta - que salpican al partido del Gobierno están demasiado próximos y son demasiado llamativos como para darles la espalda ante la inminente convocatoria de elecciones generales.

Quizá se trata de no menear más la porquería para dejarla caer en el pozo del olvido o tal vez se contempla la corrupción como un insignificante asunto que apenas merece la atención del presidente del Gobierno. Un servidor no sabría decirles, pero sí tengo la sensación de que existe una flagrante inconsistencia entre la actitud y las palabras de Rajoy frente a los abusos cometidos al amparo del partido que lidera.

Abstracción hecha de las fallidas promesas electorales que llevaron a La Moncloa al Partido Popular en 2011 y haciendo un ímprobo esfuerzo de pragmatismo, podría entender los distintos ajustes económicos abordados por el Gobierno de Rajoy en un entorno globalizado. Sin embargo, de ningún modo me resulta comprensible la tibieza del presidente con relación al mayor desmán que ha sacudido la confianza ciudadana en los últimos años de mandato Popular. Sin ningún género de dudas, en algunos países del entorno próximo, el episodio 'Bárcenas' hubiera hecho saltar al responsable del partido y, en su caso, al presidente del Gobierno.

En estos últimos cuatro años, Rajoy ha ido acumulado un formidable debe con el país a cuenta de los múltiples casos de corrupción y, ahora, a pocos días de los comicios, su aparente indiferencia frente a este asunto solo puede interpretarse como un intolerable desdén, no solo hacia los ciudadanos, sino también hacia el conjunto de las instituciones. Si no van acompañadas de medidas muy concretas y etiquetadas de ejemplaridad, los desmanes de los corruptos no pueden saldarse solo con vagas promesas de contrición.

Nada se le puede reprochar a Rajoy cuando apela al cumplimiento de la ley para defender la unidad  territorial del Estado, pero ese afán queda desnaturalizado o sospechoso de simple retórica patriotera si, con el mismo énfasis, no encabeza la inexcusable cruzada contra los que solo entienden el ejercicio de la política desde el beneficio propio. Así no, señor Rajoy.