Los fondos de rentabilidad objetivo han hecho furor durante los dos últimos años. Las gestoras de los grandes grupos bancarios han apostado por este tipo de productos para sustituir a los exitosos fondos garantizados, derivando hacia ellos miles de millones de euros. Sin embargo, su Edad de Oro tiene los días contados.
Su sencillo sistema de funcionamiento explica tanto su buena evolución inicial, como sus escasas perspectivas de futuro. Las gestoras que los lanzaron utilizaron como activos subyacentesbonos emitidos por las Administraciones Públicas en los momentos de máxima tensión financiera para España –primer semestre de 2012–, donde se prometían rentabilidades anuales entre el 4% y el 6%. Después, bastaba con calcular la tasa interna de retorno de esos activos, descontarle gastos de gestión y depositaría, y comercializarlos con el gancho de un objetivo de rentabilidad muy seguro.
Lo que ha ocurrido desde entonces es que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, se comprometió con firmeza a no dejar caer a ningún país de la eurozona, lo que ha llevado a unrally sin precedentes en la deuda pública. Esto ha reducido drásticamente la rentabilidad a vencimiento de los activos que componen las carteras de los fondos de rentabilidad objetivo, provocando que estos productos alcanzaran sus metas de rendimiento con mucha antelación.
Como consecuencia, lo que se puede esperar hasta su vencimiento, no es solo una rentabilidad menor sino una pérdida, porque los rendimientos esperados serán menores que el coste de las comisiones, según explican varios expertos.
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