JUNCKER, NUEVO PRESIENTE DE LA COMISIÓN EUROPEA

16.07.2014 09:24

EL BENEFICIO DE LA DUDA

Echando la vista atrás unos pocos años, vemos el panorama desolador legado por la compulsiva política de recortes implementada por Bruselas, una política que ha llevado a una transformación radical de la fisonomía social y económica de la periferia europea.

No tengo la menor duda de que la sintonía interpretada por el dueto Barroso & Rehn y dirigida por la inflexible batuta de Merkel, ha engendrado uno de los sonidos más desafinados que los oídos de la vieja Europa han tenido que escuchar en su historia reciente.

Basta contemplar el aspecto de la sanidad española para constatar la devastación de uno de los mayores retos que el país abordó exitosamente durante muchos años de esfuerzo inversor, incluso más allá de las siglas políticas de turno.

La apisonadora bruselense, bien secundada por la retórica del Gobierno español, empeñaron parte de su gestión para demoler una de las principales arquitecturas públicas del país, motivo de orgullo patrio y reconocida admiración internacional. Muy probablemente, ni Bruselas ni el Gobierno de Rajoy (a quien corresponde la mayor parte de responsabilidad doméstica en esta materia) jamás serán plenamente conscientes de la magnitud del daño infligido a nuestro sistema sanitario, ni del  tiempo que exigirá recuperar solo una pequeña parte del terreno perdido.

El imperativo absoluto por reconducir el déficit público hacia la senda de la sostenibilidad, balizada por el temor a la cólera financiera, se ha resuelto en un regreso al pasado ante la sorprendente y muy preocupante constatación de que nadie de los que gestionaban el poder político y económico desde Bruselas y desde Madrid cayeron en la cuenta de que los intereses financieros acaban donde empieza el interés social.

Ahora, llevado por un mínimo sentido de la prudencia e ignorando las profundas diferencias de contenido que me separan de su discurso político, creo sensato conceder el beneficio de la duda a Jean-Claude Juncker, quien desde este momento llevará la púrpura de la Comisión Europea, cuyo peso deseo fervientemente que sepa soportar.

Nuestro conservador luxemburgués, con una dilatada experiencia en la política de su país y en la europea, ha prometido esfuerzos en los ámbitos del crecimiento y la creación de empleo. Bienvenidos sean sus iniciales propósitos en una Europa que, hasta hace bien poco, estuvo tan ocupada en hacer camino que se olvidó de caminar.

¿Las viejas caras serán capaces de hacer la nueva Europa?

Nadie debe esperar milagros de un mosaico de intereses económicos y políticos bien distintos, que eso es Europa, pero sí debemos exigir que nadie nos lleva atrás en el tiempo. Eso, nunca más.