La cara del presidente

27.01.2016 20:06

Sí, no hay duda, el presidente tiene cara de presidente.

Si ustedes me preguntan cómo es la cara del presidente, un servidor no podría precisarles con certeza, pero sé que el presidente tiene una cara inconfundible, una cara que no se parece a la de ninguna otra persona. Es la inequívoca cara del presidente.

El otro día, cuando vi la cara de Pedro Sánchez al salir de su entrevista con el rey, no tuve ninguna duda de que él era el próximo presidente, de que  ya no haría falta repetir las elecciones. ‘Ya tenemos presidente’, me dije a mi mismo.

¿Para qué esperar más, para qué convocar a los ciudadanos a nuevas elecciones si el destino ha querido que Pedro Sánchez sea el nuevo inquilino de La Moncloa? Su cara le delata, su cara lo sabe mejor que él mismo, lo sabe con certeza y por encima de la voluntad de cualquiera de sus barones.

Sabe que su momento ha llegado, sabe que es ahora o nunca, que es su gran oportunidad. Pedro Sánchez sabe que el nuevo presidente raramente gana unas elecciones, sabe que suele perderlas el viejo presidente.  

‘Si los astros me han sido favorables, ¿por qué desafiarlos?’, se repite, una y otra vez, Pedro Sánchez.

¿Cuánto tiempo tendrá qué pasar para que de nuevo un presidente ignore la incontenible corrupción de sus dominios políticos o para ocultar detrás de una pantalla de plasma las arbitrariedades de una mayoría absoluta?

Definitivamente, la suerte se ha aliado con Pedro Sánchez para hacer de este accidental diputado el nuevo presidente.

 ‘¿Por qué no aprovechar la oportunidad, por qué tirar por la borda un hito, tal vez, único e irrepetible para mí?’, se dice a cada instante.

‘Ahora o nunca’, se repite compulsivamente Pedro Sánchez, como el que se quiere persuadir a sí mismo de que su decisión es la adecuada. Es una decisión sin retorno, como el avión que ya no puede eludir su despegue. El resto, queda sometido a la pompa  del enojoso ritual.

La cara de Pedro Sánchez al salir de la Zarzuela me atravesó como un súbito e inexplicable hálito y, desde entonces, supe que él sería el nuevo presidente. Desde ese mismo momento, también supe que Podemos debe acostumbrarse a ejercitarse en el umbral del poder y que su futuro no es otro que el de rendirse a la domesticación política, como el caballo salvaje rinde su libertad a la grupa del jinete.

Entonces, ¿para qué más retórica en un país necesitado de acción y confianza? Queda mucho por hacer y no poco por deshacer.

Que la providencia, o lo que sea, le ilumine a usted además de a su cara, señor presidente.