La palidez del Gran Hermano

21.08.2014 09:48

Era una palidez extraña, como la de un enfermo. Puede que enfermo de ira.

Es como si el Gran Hermano - no el de la tele, sino el de Orwell - hubiera descubierto que existe alguien que controla más que él, un controlador total.  

Pero, si don Nadie fuera el Gran Hermano, no tendría motivos para estar tan iracundo y preocupado.

Dicen algunos tratados de Psicología que el afán desmedido por el control, no es un síntoma de poder y confianza, sino todo lo contrario.

Por ejemplo, si un día alguien tuviera la ocurrencia de cambiar la ley electoral de su país para asegurarse el poder (ni por asomo creo que esta chapuza se le haya ocurrido a nadie), revelaría, según estos tratados, un claro síntoma de desconfianza en sus posibilidades electorales.
 
Por tanto, si ustedes escuchan por ahí que alguien por aquí quiere cambiar la ley electoral, no se lo crean. Sería una ocurrencia tan burda que desacreditaría a su autor.
 
Según cuenta Orwell, era tanta la afición del Gran Hermano por controlarlo todo que por controlar, controlaba los hogares, las estancias más íntimas de los hogares, los amoríos y los sueños de los hogareños y hasta todas las estadísticas de aquel siniestro y sórdido país.
 
Pero no se preocupen, por aquí nadie se llama George y no estamos en 1984.
A buen seguro, el Gran Hermano ya estará más tranquilo y don Nadie también.
 
Fin de la cita.
¡Perdón!, quería decir fin de la historia.