LA REFORMA REFORMADITA

13.02.2022 11:47

Por Manuel María Ruiz

Tal vez, también hubiera sido una buena introducción para una pieza teatral de Jardiel, pero un servidor no ha tenido ninguna duda de que es el título perfecto para estas líneas que, a continuación, me propongo compartir con ustedes.
¿Merece esta Reforma Laboral el título de reforma o quizás, para ajustarnos mejor a la realidad, deberíamos rebajar la intensidad de la acción a una modesta reforrmita?
Para tratar de resolver la incógnita voy a formularme una pequeña serie de preguntas-respuestas guiado por toda la honestidad que me sea intelectualmente posible:
- ¿Es esta la Reforma que quería la ministra de Trabajo en sus felices tiempos de no-ministra?
Probablemente, no.
- ¿Es la Reforma que quería el Gobierno?
Como ustedes saben, este Gobierno de coalición tiene, al menos, dos corrientes: la socialdemócrata y la socialista. Con relación a la corriente socialdemócrata, no sabría cómo responder. Nunca he sabido cómo responder a las decisiones de los socialdemócratas. Con relación a la corriente socialista, respondo con un rotundo no.
Por tanto nos hemos pronunciado en un sentido plenamente contradictorio sobre una de las acciones de mayor alcance del Gobierno en esta legislatura. Uno diría que poco tiene que ver el propósito inicial del Ejecutivo con el resultado final de su producto.
A la vista de esto, tendremos que hacer un alarde de generosa indulgencia con el Presidente Sánchez, si queremos entender las coordenadas que han llevado a una formidable rebaja de la Reforma Laboral a la luz del más depurado progresismo político.
Si a pesar de sus buenos propósitos, el Gobierno no ha podido responder a su electorado con mejores resultados, ¿qué sutilizas se han cruzado de por medio?
Nadie mejor que Ana Patricia Botín para ejercer de exégeta ocasional en este concreto episodio laboral, situado con cabal equidistancia entre los mundos de la empresa, la economía y la política. Para la presidenta de Banco Santander, la Reforma Laboral, aprobada hoy, se hizo como se tenía que hacer.
El espíritu aventurero, las exaltaciones ideológicas, los grandes pronunciamientos doctrinales en su sitio y las cosas del comer en el suyo. Botín ejerció de portavoz del SISTEMA.
El Sistema, he ahí la cuestión.
La Reforma Laboral ha llegado hasta donde podía llegar, hasta la frontera entre lo tolerable y lo intolerable. Hasta los mismo confines de esas líneas rojas que tanto gustan fijar a políticos. El Sistema es el final del camino. Es el “Ça ne va plus” de nuestros crupieres de la ruleta.
Ya en el Siglo IV antes de Cristo, había prohombres del mundo del pensamiento que se dedicaban a lanzar ideas sobre la sociedad, la política, la economía y otras muchas aristas de la convivencia. Unos con mejor suerte que otros trataban construir, todavía en términos muy elementales, lo que siglos más tarde sería el patrimonio intangible del establishment: “El mundo tiene sus límites y el hombre también”, frase atribuida a Heródoto, docto historiador y geógrafo de la Grecia clásica.
O bien, “Hasta aquí hemos llegado” frase que desde la Tribuna del Congreso, lanzaría como un dardo Yolanda Díaz a sus interlocutores de negociación. ¿¡Cómo podíamos imaginar que sería la mismísima ministra de Trabajo a quien correspondería pronunciar tan taxativo enunciado!?
Vean como el Sistema no deja de añadir ilustres nombres, algunos inesperados, a su impermeable causa.
Para entender los límites que fija el Sistema hay que formar parte del él, estar en sus vísceras, transitar por sus más sombríos vericuetos. Si no, como último recurso, solo cabe la pataleta o descabalgarse de él.
Joseph Schumpeter, dudó de que el capitalismo pudiera sobrevivir, ahogado en su propio éxito. Algunos años después hemos constatado que el ilustre gurú se equivocó, aunque solo se tratara de una equivocación a medias. Si queremos ser justos con la historia, reconozcamos que alguna razón tuvo Schumpeter. El capitalismo ha pasado por varios trances de muerte, pero ha sobrevivido a todos ellos tras algunos periodos de convalecencia.
El Sistema, adscrito a la libre economía de mercado, o quizá al revés (eterna paradoja del huevo y la gallina), se perpetuará tanto en el tiempo cuanto mayor sea la oposición que suscite. Como decíamos, ha habido múltiples ocasiones en la historia reciente en las que el capitalismo ha podido sucumbir a sus propios engranajes, pero su infinita capacidad para la supervivencia le mantiene vivo y perfectamente engrasado.
Ante esta incuestionable realidad, es más verosímil tratar de pactar con el Establishment antes que enfrentarse a él con la inútil pretensión de eliminarlo. No se trata de unirse a él doblegados por su condición de invencible, más bien habría que hacerle entender que hay margen para compartir espacio con otras alternativas.
Tampoco se trata de amenazar al capitalismo del Siglo XXI con la “Nueva Economía” o con el fin de los "Ciclos Económicos”. La cuestión es mucho menos lesiva para los intereses del Sistema. Debemos convencer al viejo capitalismo del Siglo XX de que la Globalización es el auténtico trampolín para alcanzar la supervivencia de todos. Solo debemos ser capaces de dotar de suficientes recursos a 7.000 millones de personas mediante una distribución eficiente de los bienes y servicios. Pero no divaguemos.
La Reforma Laboral del Gobierno de Coalición es la Reforma Laboral posible, la que van tolerar las fuerzas vivas del Sistema, la que Europa está dispuesta a dar vía libre, si solo se le exige la ley del mínimo esfuerzo. Nada que suponga llevarse el trabajo a casa.
Vale, salgamos con ella a la calle, presentémosla en sociedad y hagámosla nuestra, pero el Capitalismo del Siglo XXI necesita nuevas ideas para que todos sigamos sobreviviendo. Después de todo, Schumpeter tenía razón.
 
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