LOS ILUSTRES MEDIOS

13.05.2020 10:19

Cuando uno ha formado parte de ellos, es más difícil si cabe, decir algo verdaderamente original o inteligente sobre los medios de comunicación. Existen tantas variantes entre los medios que acceder a los intríngulis de solo una octava parte de los mismos sería una tarea faraónica. Sin embargo, sí podemos atribuirles un rasgo común con la certeza de que no vamos a equivocarnos, un rasgo con el que, en rigor, podemos etiquetar cualquier cosa que orbita por este mundo: el dinero. Pero este primer pilar, aún es demasiado genérico.

 Demos un paso más y preguntémonos quién tiene el dinero. Sin duda, el dueño del dinero debe conocer todos los secretos de su negocio: sus objetivos, la estrategia para alcanzar sus objetivos y la finalidad que se propone logrando sus objetivos.

 En no pocos casos suele ocurrir que no existe un solo dueño sino varios dueños del dinero, poniéndonos una piedra en nuestro camino exploratorio. No obstante, esto no va a impedirnos avanzar un paso más en nuestra indagación.

 Dejando a un lado la zona gris que media entre el origen del dinero y la finalidad de los objetivos, creo que estaremos de acuerdo en que el nexo entre ambos extremos es el poder. No ignoramos que el poder es poliédrico y no tiene porqué ser necesariamente el poder que otorga las urnas. Al contrario, tal vez sea ésta la modalidad menos opulenta del poder. Es en el etéreo establishment donde localizamos la gran matriz del poder, aunque no siempre sus vástagos aparezcan en el primer plano de la foto.  

 “Los caminos del poder no siempre llevan a la fortuna, pero la fortuna siempre lleva a los caminos del poder”, frase atribuida a Julio César por el historiógrafo Polibio. De ser cierta tal atribución, el bueno de Julio César nos habría facilitado una buena parte de nuestro trabajo. Dinero y poder suelen ir de la mano.

Partiendo de estas muy elementales premisas, poco más va a ilustrar nuestro análisis. El hecho de que se pretenda acceder al poder retransmitiendo montañas de partidos de fútbol o mediante un ingente proceso de “salvamización” * con sobredosis de telebasura podríamos decir que es meramente anecdótico y apenas cambiará el resultado de nuestras averiguaciones. Como decíamos, los caminos para llegar al poder son casi ilimitados.

Pero no debemos ignorar que las retransmisiones de fútbol, a razón de uno o más partidos por día de la semana, o las generosísimas emisiones de telebasura como base de la programación de no pocas cadenas de TV, tienen su clientela hasta máximos de audiencia.

 ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Perdonadme que en esa ocasión evite transitar por estos vericuetos, pero todos sabemos que un programa de televisión difícilmente permanece en antena si carece de audiencia. Por tanto, nos encontramos ante una realidad incontrovertible: si existen ciertos programas de televisión (algunos de dudoso gusto) es porque existe una audiencia dispuesta a verlos y, en algunos casos, a verlos con incuestionable entusiasmo.

Esto me recuerda a aquellas teorías conspiratorias de las décadas de 1960 y 1970, que fundamentaban las frecuentes retrasmisiones de fútbol y toros en un supuesto afán del régimen franquista por desviar la atención de los ciudadanos de los espinosos asuntos de la política de aquella época. Si esa era la intención, siempre creí que el objetivo estaba logrado.

Pero si los medios pueden ejercercitarse en el poder mediante el entretenimiento, qué decir cuando éstos manejan los hilos de la información, entonces es cuando despliegan su munición más eficaz para manipular a la opinión pública. Ya no se trata de desviar a los ciudadanos del centro de la cosa pública mediante una concepción más o menos frívola del ocio, sino a través de una calculada deformación intelectual.

A poco que nos lo propongamos, advertiremos con harta frecuencia, especialmente en el tratamiento de los noticiarios, sutilezas ideológicas identificadas con opciones políticas concretas. Esta tendencia al sectarismo político de los medios daña la credibilidad informativa y representa un torpedo en la misma línea de flotación del prestigio del periodismo como paradigma de la imparcialidad.

El sustento dinerario de no pocos grupos mediáticos por parte de personas o corporaciones con intereses económicos y/o políticos inevitablemente ligados a cualquier especie de poder formal o fáctico (sugiero la lectura de “El Director” de David Jiménez), significa la mayor contaminación para el ejercicio de una prensa libre y genuina.

En conclusión, la “chabacanización” o “salvamización” de una parte de la sociedad no nace de la casualidad, sino de los beneficios publicitarios que genera, más allá de que pretendamos  encontrar una explicación ‘metafísica’ a la formación de nuestros conciudadanos en materia de estética televisiva. La misma reflexión es válida para las retrasmisiones deportivas, particularmente a las que al fútbol se refieren. Véase los ingresos por los derechos del fútbol en cualquiera de sus modalidades competitivas.

Además, si es la prensa la que queremos leer, escuchar o ver para estar informados, antes es aconsejable saber quién paga las nóminas. Si consideramos que no merece la pena, pongamos La2 o prescindamos del televisor, como hizo una muy apreciada excompañera de trabajo.

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(*) “Salvamización” es el ingenioso término con que un buen amigo ha "proverbializado" el amplio impacto, en términos de audiencia y socialización, que el programa de entretenimiento “Sálvame”, emitido por una cadena generalista de TV, tiene sobre los televidentes.