PACTO, SÍ O SÍ

30.03.2016 13:15

El otro día (uno de entre otros muchos) mantuvimos una larga charla política (una de entre otras muchas) mi buen amigo bell-lloquí y un servidor. Entre circunloquios y metafísicas estériles fue discurriendo la conversación sin más sobresaltos argumentales que el ‘clásico’ del sábado.

‘Os vamos a dar butifarra hasta en el DNI’, me espetó Jordi, que así se llama mi buen amigo catalán, por supuesto, más culé que Joan Gamper.

Yo, que no tenía muchas ganas de disputas futboleras, no quise entrar al trapo y simplemente me limité a asentir con la cabeza, aunque no de muy buena gana. El conato de amigable enfrentamiento terminó en estridentes carcajadas. Ambos teníamos la intención de reconducir la charla por andurriales de mayor enjundia (de esto de la enjundia no estoy muy seguro).

El caso es que Jordi se mostró admirado por mi firme convicción (la cosa no viene de ahora) de que finalmente habrá un acuerdo de gobierno entre PSOE y Podemos. A tal respecto, debo decir que comencé a rumiar tal posibilidad poco después del 20 de diciembre, una vez liberado de la retórica pre electoral.

‘¿Cómo puedes estar tan seguro de que éstos acabarán pactando?, me preguntó Jordi.

‘Cuestión de sentido común’, le respondí.

Las elecciones de diciembre dejaron carnaza para todos. El muy disperso resultado arrojado por las urnas dio alimento a destajo, como maná caído del cielo. Los columnistas tenían suficiente material como para especular durante meses con sesudas quinielas sobre los posibles pactos para la gobernabilidad; los contertulios aseguraban sus colaboraciones mediáticas por más tiempo y lucirían sus ingeniosas charadas políticas ante las cámaras de las tv’s y, por último, los candidatos se darían la oportunidad de poner a prueba su capacidad de magnetismo más allá de la encorsetada campaña electoral. Todos contentos.

¿Y nosotros?

¿Nosotros?, pues tan contentos también, como el párvulo que hoy no tiene clase porque la profe ha pillado la gripe. Fíjate Jordi: sin gobierno, no nos suben los impuestos, no nos recortan más derechos, no nos quitan más subsidios, los chorizos van a juicio y pagamos el gasoil a menos de un euro el litro.

‘Pero algunos dicen que el país va peor sin gobierno’, me dijo un escéptico Jordi.

‘Yo lo que creo es que el gobierno va peor sin el país’, le dije a Jordi entre carcajadas.

Aún congratulándonos por tan excepcional circunstancia, mi amigo y un servidor llegamos a la conclusión de que, antes o después, la existencia de un gobierno sería tan inevitable como el deambular de las ratas por las alcantarillas en tiempos de sequía.  

Una vez que decidimos poner fin a nuestra sucesión de lúdicos comentarios, Jordi me instó a que le explicara por qué, en mi opinión, el acuerdo de gobernabilidad entre PSOE y Podemos solo  era una cuestión de sentido común.

‘Pues muy sencillo Jordi: si Pedro y Pablo no pactan ahora, cabe la posibilidad de que no puedan gobernar nunca. Por tanto, preferirán optar por aquello de que más vale gobierno en mano que ciento volando’.

‘¿Tú crees?’

‘¡Y tanto, no puedo estar más convencido! El poder gusta a todos, aunque haya que repartirlo’, respondí.

Pero Jordi continuaba escéptico, no sabía muy bien cómo encajaría Albert en este fantasmagórico pacto de ‘izquierdas’. Yo le expliqué que en este asunto no estaba en juego la ideología, sino el poder.

Ahora sí, ahora Jordi quedó tan convencido como un servidor de que habrá pacto, aunque sea para repartirlo entre tres.

Se nos antoja poco pastel para tanto poder o, quizá, poco poder para tanto pastel. Pensaremos en ello.

 ¿Tanto gusta el poder?

¡Más que Messi a un culé!

‘Y el sábado.., ¿lo vemos en tu casa o en la mía?’

Yo me voy a verlo a casa de Mariano, que igual no tiene otra cosa que hacer.