El lobo siempre ha dado mucho para escribir en la historias de cuentos - ¿recuerdan?: Caperucita, Cabritillos, Pedro. Era el malvado e inevitable personaje.
La creciente preocupación que se detecta en Europa por su débil crecimiento ha vuelto a resonar entre los muros del parlamento europeo y en las últimas reuniones del Ecofin. El Catalejo - entre otras más ilustres voces - llevaba meses advirtiendo sobre este aspecto. No era cuestión de inteligencia sino de sentido común, pura y llanamente.
Los distintos conflictos geopolíticos (que afectan básicamente a economías abiertas como la alemana) y la falta de sólidos pilares que soporten la tímida reactivación de algunos países (especialmente aplicable al caso español) hacían presagiar una vuelta a la recesión aunque, por ahora, solo sea en forma de fantasmagórica amenaza. Las terribles políticas de recortes llevadas a cabo en Europa apoyadas por ajustes fiscales, en ocasiones tan inoportunos como desproporcionados, han hecho el resto del trabajo.
Ahora Europa vuelve a mirar con desconfianza su futuro económico a la vez que el empeño por corregir algunos desequilibrios (el creciente déficit entre ellos) ha disparado la inquietante presencia de otros desequilibrios no menos graves (la creciente deuda entre otros). Bruselas se pasó de rosca, como reconoció recientemente Barroso.
Ya sabemos que la ortodoxia y los mercados tienen sus obsesiones, a veces suicidas, pero el sentido común siempre suele ser cabal.
Esta vez, esperemos que no llegue el lobo.
FIN
